Los líderes del llamado «socialismo del siglo XXI» tienen en común haberse enriquecido en el ejercicio de poder. Más allá de los matices y tendencias, es evidente que Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, Cristina Fernández en Argentina, Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Daniel Ortega en Nicaragua, Fidel y Raúl Castro a lo largo de décadas en Cuba; en el ejercicio de poder multiplicaron sus patrimonios, dejando de lado cualquier pudor.
Cuando en los años sesenta el castrismo desde la Habana promueve movimientos guerrilleros en toda la región, se podría aún pensar que las convicciones ideológicas aún marcaban el derrotero político de una generación. La economía cubana fue subsidiada por la Unión Soviética en los años de la guerra fría, tratando de mostrar supuestos logros y la falsa eficiencia de un modelo económico, que no fue capaz de diversificar la oferta exportable de un país, que carecía de un proyecto viable.
En una América Latina marcada por los militarismos, los golpes de Estado y las oligarquías; la revolución cubana cuestionó a los partidos y movimientos de frente único de trabajadores, como el APRA en Perú, Acción Democrática en Venezuela, Liberación Nacional en Costa Rica, Unión Civica Radical o el partido Justicialista en Argentina. El castrismo fue depositario de un proyecto que se presentó como democrático en un primer monento y que devinó en autoritario en muy poco tiempo.
Un proyecto incapaz de solventar el gasto social en Cuba, en la década de los noventa debió buscar fuentes de financiamiento para poder evitar el fin de un sistema político de partido único, que fue frontalmente golpeado por el colapso de la URSS en 1991. Cuba pretendió ser siempre un referente, que supuso para más de una generación un modelo a seguir.
El gobierno de Salvador Allende en Chile, no fue capaz de deslindar con el castrismo y alentó por el contrario la presencia reiterada en su país, de un Fidel Castro que pensaba seducir a un pueblo con una fuerte tradición democrática y en la que partidos como la Democracia Cristiana tenían presencia en los diversos estratos sociales.
La abierta alianza entre Fidel Castro y Hugo Chávez, representó para la colapsada economía cubana, una nueva fuente de ingresos y generosos subsidios. Hoy ante una economía venezolana colapsada, ante la migración de millones de venezolanos; hoy ante una crisis humanitaria sin precdentes; el discurso oficial de las tiranías, se reduce a culpar al «imperialismo» de sus fracasos.
Cuba y Venezuela son la más cabal expresión de las debilidades de un sistema económico, que no alienta la iniciativa privada y restringe el libre comercio. La reducción de la pobreza descansa en el crecimiento económico y la puesta en marcha de políticas públicas eficientes que focalicen el gasto social, generando rentabilidad social en favor de los ciudadanos. El gobierno cubano sigue reprimiendo y otras dictaduras latinoamericanas no cesan en coactar las libertades.
Los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua no son sancionados por la comunidad internacional. Nicolás Maduro conversa con el gobierno de Biden y logra la libertad de los sobrinos de su esposa; sin embargo la tiranía venezolana mantiene privado de su libertad a cientos de opositores; lo propio sucede con sacerdotes y obispos en Nicaragua. En Cuba luego de las protestas del 11 de Julio 2021, han sido sentenciados o procesados centenares de ciudadanos; sin que la Organización de Estados Américanos actúe con celeridad. El gobierno del MAS ha logrado que tribunales sometidos al poder político condenen a la ex presidenta Jeanine Añez; mientras que en Argentina la vice presidenta Cristina Fernández se victimiza y logra la solidaridad de la 52 Asamblea General de la OEA, ante el aparente atentado contra su vida.
El gobierno de López Obrador que otorgó asilo al ex presidente Evo Morales en el 2019; hoy parece tener especial interés en recibir al presidente Pedro Castillo, a propósito de la realización de una Cumbre de la Alianza del Pacífico y por ello exhorta al Congreso peruano, para que le otorgue el permiso correspondiente. Pedro Castillo es investigado por el Ministerio Público y ha sido denunciado ante el Congreso de la República por la Fiscal de la Nación por la presunta comisión de graves ilícitos penales; sin embargo ante la comunidad internacional se victimiza.
El enriquecimiento en el ejercicio del poder, así como la victimización caracterizan el accionar de líderes unidos por falsos «ideales». No es casualidad que Pedro Castillo se sume a la lista de políticos investigados por la comisión de ilícitos penales. El Consejo Permanente de la OEA a solicitud del gobierno peruano, con la pronta respuesta del Secretario General Luis Almagro, hace poco adoptó una resolución que pretende evitar que se consume en el Perú una «intentona golpista» promovida por todos aquellos que no aceptan que un un «plebeyo» haya asumido la jefatura de Estado. Ni demagogía, ni falsos valores, en una América Latina que debe liberarse de la opresión y la pobreza.
La lucha por la libertad no tiene fin.