Por Gianmarco Azabache Vargas, analista en política gubernamental e internacional
“En diplomacia, la paciencia es más poderosa que la presión”
Falleció en Madrid José Antonio «Joselo» García Belaúnde, incansable servidor del Estado peruano. Con él se va una figura que supo traducir en hechos concretos la idea de que la diplomacia bien entendida puede transformar el destino de un país. Su partida ha sido lamentada no solo por autoridades peruanas, sino también por líderes políticos en todo el mundo, reconociendo su contribución silenciosa pero monumental a la política exterior del Perú.
Nacido en una familia de hondo arraigo político, su camino parecía inevitable. Fue hijo de Domingo Demetrio García Rada, expresidente del Jurado Nacional de Elecciones (JNE), quien sobrevivió a un atentado terrorista perpetrado por Sendero Luminoso. También fue sobrino del presidente Fernando Belaúnde Terry y nieto de Víctor Andrés Belaúnde, intelectual y diplomático, expresidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero Joselo no vivió de glorias ajenas. Las construyó propias, y con humildad. Ingresó al Servicio Diplomático en 1965, se graduó como diplomático en 1969, y desde entonces fue testigo y protagonista de las grandes definiciones de la diplomacia peruana moderna.
Un momento de proyección histórica
Su etapa de mayor proyección institucional y continental fue, sin duda, durante el segundo gobierno del presidente Alan García Pérez (2006–2011), con quien mantuvo una relación de sincera amistad, mutuo respeto y trabajo conjunto. Como canciller, José Antonio García Belaúnde fue uno de los pilares estratégicos del gobierno aprista y ejecutor clave de una política exterior moderna, técnica y profundamente patriótica.
La hazaña del litoral peruano
El caso ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya —iniciado en 1986 con el célebre “Memorándum Bákula”, elaborado por el embajador Juan Miguel Bákula Patiño durante el primer gobierno de Alan García, y retomado con fuerza durante el segundo mandato aprista, con García Belaúnde como canciller— se resolvió favorablemente en 2014. Representó una de las más grandes victorias jurídicas del Perú en la era republicana. El propio Joselo decía: “No queríamos que Chile perdiera, queríamos que el Perú ganara. Y eso se logró con justicia.” Con esa frase describía la esencia de su estrategia: firme, pero sin rencor; nacionalista, pero constructiva. La delimitación marítima que resultó del fallo permitió al Perú recuperar más de 50 mil kilómetros cuadrados de mar. Fue un triunfo diplomático fruto de la visión del presidente Alan García y la ejecución precisa de su canciller.
Un sueño presidencial cumplido: la Alianza del Pacífico
Fue también durante ese segundo gobierno del partido de Haya de la Torre donde García Belaúnde se convirtió en pieza fundamental y se sumó a la construcción de uno de los grandes sueños integracionistas del presidente García: la creación de la Alianza del Pacífico. Este bloque —conformado por Perú, Colombia, México y Chile— se gestó bajo su liderazgo y se consolidó como uno de los mecanismos más exitosos de integración regional, basado en el libre comercio, la cooperación, la movilidad y la proyección conjunta hacia Asia-Pacífico.
Comercio con visión global
Durante su gestión se firmaron tratados de libre comercio con Estados Unidos, la Unión Europea, China, Japón, Corea del Sur y otros países clave. Estos acuerdos representan hoy más del 80 % del comercio exterior peruano. García Belaúnde fue un convencido de que el Perú no podía darse el lujo de encerrarse, sino que debía negociar con inteligencia, desde su identidad, pero con apertura al mundo.
Integración sin fronteras
Además de la Alianza del Pacífico, revalorizó la Comunidad Andina, impulsó los gabinetes binacionales con Bolivia y Ecuador, y promovió mecanismos de confianza regional, como la transparencia en compras militares. En reconocimiento a su invaluable aporte, la Secretaría General de la Comunidad Andina lo condecoró el 2 de julio de 2025 con la Orden Honorífica Comunidad Andina en el grado de Gran Oficial, la más alta distinción otorgada a un excanciller. La distinción fue suscrita por el Secretario General y Gran Maestre de la Orden, embajador Gonzalo Gutiérrez, junto al Gran Canciller Diego Caicedo, por unanimidad del Consejo de la Orden.
Una visión humana del servicio público
Pero más allá de los tratados y litigios, estaba el hombre. El diplomático que regalaba libros subrayados a sus alumnos, que respondía cartas con pulso firme y atención personal, que prefería el razonamiento a la estridencia. En una entrevista de 2009, al ser consultado sobre su estilo, respondió con serenidad: “En diplomacia, la paciencia es más poderosa que la presión.” Esa fue su filosofía. No gritaba. Convencía.
Rechazó privilegios, defendió la meritocracia en Torre Tagle y promovió la inclusión sin demagogia. Fue respetado incluso por quienes sostenían posiciones contrarias. El canciller chileno Alberto van Klaveren lo definió como “un diplomático ejemplar, respetuoso y sereno incluso en momentos complejos.”
Lealtad y defensa de la verdad
Posteriormente, García Belaúnde fue un defensor activo del presidente Alan García, al considerar que fue víctima de una persecución política y de acusaciones injustas. Expresó públicamente su respaldo a la inocencia de García, defendiendo su memoria y su dignidad desde la coherencia institucional y el compromiso con la verdad.
Un legado para el Perú y la región
García Belaúnde no necesitó escándalos ni protagonismos. Su influencia se construyó sobre trabajo, coherencia y visión de largo plazo. En una era de polarización, tendió puentes. Frente a la desinformación, apostó por el estudio. Ante el cinismo, mantuvo la fe en el servicio público.
Hoy, su legado sigue vivo en los tratados firmados, en las fronteras consolidadas, en los foros que fortaleció y, sobre todo, en las generaciones de diplomáticos que lo vieron como un maestro silencioso. Porque no solo formó parte de la historia: ayudó a escribirla.
Ese es el mejor homenaje posible: continuar su labor con pasión, compromiso y honra.