El Festival Mar de Palabras de Santo Domingo conmemoró este sábado la vida y obra del recientemente fallecido premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. El homenaje destacó «su pasión devoradora» y «entrega total» a la escritura, a través de una «ficción que acapara el continente americano», según las palabras de los participantes.
La poeta dominicana Soledad Álvarez y el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez compartieron recuerdos personales y la profunda influencia que la obra de Vargas Llosa, un literato de «memoria prodigiosa» y «curiosidad que no se extinguía», ejerció sobre ellos.
El evento incluyó una exposición de decenas de imágenes de Daniel Mordzinski, que mostraron al autor de La ciudad y los perros y Conversación en La Catedral junto a figuras como Carlos Fuentes, Alfredo Bryce Echenique, Jorge Semprún, Sergio Ramírez, Santiago Rocangliolo, su agente Carmen Balcells, su familia y en la ceremonia de entrega del Nobel en Estocolmo. Vásquez rememoró el día en que Mordzinski lo presentó a Vargas Llosa cuando él tenía 24 años.
«Me tomó del brazo, me llevó aparte y me dijo ‘Entonces tú eres novelista’. Y a mí me temblaron las piernas», relató Vásquez. Destacó la «curiosidad genuina» y el «interés genuino por la literatura que se estaba haciendo en su lengua y en su continente», especialmente por los jóvenes escritores que surgían bajo la influencia del «Boom latinoamericano». Fue precisamente tras leer La ciudad y los perros en la escuela, y un año después Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, que Vásquez decidió que no quería «hacer otra cosa que escribir novelas».
El homenaje no podía pasar por alto la controversial y monumental novela La fiesta del Chivo, basada en la figura del dictador Rafael Trujillo, que generó intensos debates en República Dominicana. Este país mantuvo una relación profunda, aunque a veces polémica, con Vargas Llosa, quien incluso adquirió la nacionalidad dominicana en 2023, y fue una fuente de inspiración crucial para una de sus obras cumbres.
Soledad Álvarez resaltó la capacidad crítica «sin cerrojos» del escritor y su habilidad para «tocar lo inolvidable». En La fiesta del Chivo, «Mario tocó lo inolvidable que no se dice, y lo tocó de diferentes maneras. Los dominicanos somos muy sensibles al tema de la dictadura» y cómo la sociedad la enfrentó. Esta novela, que trasciende la ficción para plasmar «la realidad» y «la vida», fue el resultado de meses de investigación de Vargas Llosa en República Dominicana, ya que, como recordó Álvarez, él «nunca escribió nada de donde no hubiera estado».
Vásquez indicó que, si bien el autor inicialmente centró su obra en Perú con títulos como La ciudad y los perros, La casa verde, Conversación en La Catedral, Pantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor, más tarde comenzó a «escribir una ficción que acapara el continente americano», como se evidencia en su obra sobre República Dominicana o Brasil con La guerra del fin del mundo.
«Mario era las 24 horas del día escritor… Tenía una curiosidad hacia todo… Era un hombre muy interesado en la realidad para después llevarla a la literatura», enfatizó Álvarez.
Para Vásquez, Vargas Llosa no solo sentía una «pasión devoradora» por su oficio, sino que esa pasión se transformaba en disciplina, en una «entrega total al oficio» que eliminaba cualquier distracción en el proceso literario. La «novela total», creía, solo era posible con una estructura temporal y espacial perfecta. En obras como Conversación en La Catedral y La fiesta del Chivo, su manejo de los espacios y tiempos es magistral, permitiéndole «confrontar los planos» y transitar entre momentos como en una película.
El homenaje también recordó el anuncio de Vargas Llosa de que, tras su última novela, Le dedico mi silencio, y un ensayo sobre Jean-Paul Sartre, no escribiría más. Este anuncio fue «un terremoto» para Vásquez: «Fue como si se cerrara un capítulo de mi vida porque quería decir que el boom latinoamericano se había acabado», dado el fallecimiento previo de García Márquez, Fuentes y Julio Cortázar.
«Conocimos a un inmortal, conocimos a un genio que era lo más humilde y lo más normal. Y eso es una gran lección para todos», concluyó Soledad Álvarez.