El Papa Francisco abogó por la tecnología como herramienta contra la pobreza y para la preservación cultural.
Desde 2018, el Papa Francisco ha sido una voz influyente en el debate sobre la inteligencia artificial (IA), destacando tanto su potencial como sus riesgos éticos. Su preocupación no es reciente; ya en el Foro Económico Mundial de Davos, en 2018, instó a que la IA y la robótica se utilicen para el servicio de la humanidad y la protección del planeta.
Esta inquietud se intensificó en 2019, durante un encuentro con ejecutivos de Microsoft y en la presentación «Roboética: Personas, máquinas y salud». El Papa subrayó la necesidad de centrar la tecnología en el bienestar humano y en el bien común. En 2020, un video viral lo mostró pidiendo una IA «humana», advirtiendo que el progreso tecnológico que amplía las desigualdades no es verdadero progreso.
Durante la pandemia, Francisco alertó sobre los peligros del aprendizaje automático y profundo, señalando su capacidad para generar información engañosa y propagar desinformación, lo que podría exacerbar conflictos y amenazar la paz. Introdujo el concepto de «algorética» para promover una moderación ética de los algoritmos, un término que reiteró en la cumbre del G7 de 2024, donde fue el primer Papa en participar. Allí, describió la IA como una herramienta «fascinante» y «tremenda», capaz de democratizar el conocimiento pero también de aumentar las desigualdades.

En su reciente participación en la Cumbre de Acción sobre Inteligencia Artificial en París (febrero de 2024), Francisco reiteró la importancia de que la innovación sirva al bien común. Abogó por una plataforma pública global sobre IA, donde cada nación pueda utilizarla para su desarrollo, luchar contra la pobreza y proteger sus culturas y lenguas. Su visión es clara: la IA debe reflejar la diversidad humana y ser una herramienta para la inclusión, no para la exclusión.