Cada 29 de junio, la iglesia católica celebra el Día del Papa, una jornada que conmemora la solemnidad De San Pedro y San Pablo, dos pilares fundamentales en la expansión del cristianismo. Esta fecha no solo rinde homenaje a los apóstoles mártires, sino que también se convierte en un momento de reflexión sobre el papel del pontífice como guía espiritual, líder la iglesia y símbolo de unidad para millones de fieles en todo el mundo.
San Pedro, considerado el primer Papa de la historia, fue elegido por el mismo Jesucristo como “la roca” sobre la cual se edificaría su iglesia. Desde entonces, se ha establecido una sucesión apostólica que ha dado forma al papado como institución. San Pablo, por su parte, es reconocido por su incasable labor evangelizadora y su papel clave en la formación de las primeras comunidades cristianas fuera de Jerusalén. La fecha del 29 de junio marca el martirio de ambos apóstoles en Roma y ha sido asumida como una ocasión solemne para reafirmar la comunión con el Santo Padre.
El Papa León XIV: Un pontífice con raíces peruanas
Este Día del Papa cobra especial relevancia al evocar la figura de León XIV, el actual Sumo Pontífice, quien mantiene una estrecha relación con el Perú. Nacido en Chicago como Robert Francis Prevost, su nombramiento ha marcado un hecho histórico: es el primer Papa nacido en Estados Unidos y el primero en tener doble nacionalidad, estadounidense y peruana.
Su vínculo con el Perú se remonta a 1985, cuando llegó como misionero agustino y sirvió inicialmente en Chulucanas, Piura. En 1988, se incorporó a la misión en Trujillo, donde asumió el cargo de director del proyecto de formación común para los aspirantes agustinos de los vicariatos de Chulucanas, Iquitos y Apurímac.
En 2014, el Papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo, cargo que asumió oficialmente en 2015. En ese momento, anunció que, como muestra de compromiso con el país, solicitaría la nacionalidad peruana. Así, ese mismo año obtuvo la ciudadanía, firmada por el entonces ministro del Interior, José Luis Pérez Guadalupe, con quien mantuvo una relación cercana y se reunió en diversas ocasiones.
Su cercanía con las comunidades más vulnerables se evidenció en su estilo pastoral: lavaba los pies durante la Semana Santa, repartía donaciones personalmente en una camioneta y prestaba asistencia directa durante situaciones de emergencia, como las inundaciones. Estas acciones lo convirtieron en una figura muy querida entre los fieles del norte peruano.
En 2018, Prevost fue elegido vicepresidente de la Conferencia Episcopal Peruana. Años después, en 2023, cuando el país atravesaba una fuerte crisis política tras la destitución del presidente Pedro Castillo, Prevost expresó públicamente su preocupación y tristeza ante la violencia vivida. En declaraciones a medios locales, reveló que había solicitado al Papa Francisco prolongar su permanencia en el Perú.
Ese mismo año, sin embargo, el Papa lo llamó a Roma para asumir el rol de prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. Su perfil pastoral, cercano a América Latina y profundamente marcado por su experiencia en el Perú, lo posicionó como una figura clave dentro de la curia vaticana.
En 2025, fue elegido como sucesor de Pedro bajo el nombre de León XIV. En su primera aparición desde el balcón de la Plaza San Pedro, saludó en español a sus “querida diócesis de Chiclayo”, reconociendo al Perú como parte esencial de su vida y ministerio.
Más allá de la figura: un símbolo de unidad y compromiso
El Día del Papa también invita a recordar el valor espiritual que representa el pontífice como líder universal de la Iglesia Católica. No se trata solo de la persona que ocupa el cargo, sino del rol que desempeña como guardián de la fe, impulsor del diálogo y promotor de la paz. En un mundo marcado por divisiones, la figura del Papa continúa siendo un referente moral y una voz global por los más vulnerables.
En este 29 de junio, el homenaje no solo se dirige al hombre que lleva el título, sino al significado que encarna: unidad en la diversidad, servicio desinteresado y esperanza compartida.