A lo largo de las décadas, el mundo ha visto transitar futbolistas de toda índole y clase, como “los eternos” con la diez en la espalda o los letales centrodelanteros; sin embargo, la posición de un ocho con temperamento en ocasiones pasa a segundo plano. Pero Gennaro Iván Gattuso no quiso que su número quedara en la tapa posterior de un periódico, sino también en las primeras planas.
El italiano, cuando saltaba al césped, se transformaba en un “salvaje animal”, con hambre voraz, para no permitir armar juego al rival. Con solo su presencia en un partido, los jugadores ofensivos del otro bando perfilan sus jugadas con precaución, dando lugar al show de recuperación de pelota por el ocho leyenda.
Gattuso, entre sus principales logros como futbolista, es campeón de la Liga de Campeones de la UEFA en 2003 y 2007 con el AC Milán y campeón de la Copa Mundial de Fútbol de 2006 con la selección italiana. Un atleta con coraje cuando va al mano a mano, al límite del reglamento; si tiene que romper la valla publicitaria para salvar un balón, lo hace. O “poner el parche” en el boca a boca a un contrario para defender a un compañero, lo realiza igual que si regalara pizza.
“Rino”, como le llamaban sus amigos en referencia a Rinoceronte, se sumergía en sus aguas y no daba lugar a la burla por su estilo de juego. Para los románticos, amantes del jogo bonito, Gattuso era un insulto al balón. “Algunos nacen pianistas y otros cargamos el piano. Así es la vida”, zanjó en una oportunidad. Y vaya que tenía toda la razón; su espíritu indomable en la mitad del terreno, cargando al equipo en la espalda, es lo que los entrenadores modernos hoy requieren: un volante que quite pelota, destruya al adversario y arme un cambio de ritmo, un contragolpe, un pase al vacío, una jugada prometedora.
Gennaro Iván es inteligente al cortar ataques; su despliegue en el rectángulo es formidable, más aún con la indumentaria rota o manchada de sangre por un roce. Si nos remontamos a aquella final del Mundial 2006, frente a la Francia de Zidane, su actuación fue ejemplar y sirvió superlativamente para que la copa viajara a Italia. Uno que lleva puesta la número ocho es como un seis de marca neta y un diez de creación. Es lo que encarna el ya en estos años entrenador de destacados equipos. Para sus pupilos, es suficiente con mirar su rostro desaliñado y emprender una especie de guerra en el verde.
Gattuso aterrizó en Escocia cuando tenía 17 años y jugaba en la Serie B. Su estadía en aquel país fue difícil, ya que no había sol, no estaba con su madre y no hablaba inglés. Para comer, cenaba con unos obreros italianos en una pizzería que se convirtió en su casa. Con su innato sentido de picardía, llegó a casarse nada menos que con la hija del dueño del negocio.
En otra anécdota escrita en su biografía “Pienso primero, luego juego”, el centrocampista narró algunas de sus aventuras con Pirlo, donde una muy curiosa se dio cuando ambos coincidieron en la selección y en el AC Milan: “Pirlo es una persona verdaderamente divertida, aunque fuera del campo era un hijo de p***». Un día estaba almorzando y dejé mi teléfono en la mesa. Sin verlo, él envió un mensaje a Galliani (presidente del Milan) y a Braida (director deportivo) para ofrecerles a mi hermana; les dijo que, si me renovaban, se la llevaba. Me volví loco ese día”, detalló Gattuso.
“Después de los mensajes, Pirlo me corrigió una palabra tres veces. Me cambiaba los tiempos verbales, como si siempre lo estuviera diciendo mal. Estaba con varios compañeros y me enfadé mucho, por lo que sabían que tenían que esconderse; agarraron unos cuchillos y yo un tenedor. Lo seguí buscando para clavárselo y vengarme por lo de mi hermana; fue una buena excusa, pero no lo logré”, se sinceró entre risas. Y es que estas travesías de camarín son bien recibidas por los hinchas, ya que encarnan al futbolista como una persona normal de carne y hueso, sin sentirse soberbios ni altaneros, como algunos que se hacen llamar futbolistas profesionales.
“He tomado cosas de los entrenadores que he tenido en el pasado. Ancelotti es un todoterreno: consigue meterse en la cabeza de todo el mundo, lo cual es un don increíble”. Comenta sobre su entrenador cuando brilló en el AC Milán. En el ámbito de la persona integral que encarna el de “Belpaese”, es capaz de reconocer sus errores públicamente y confiesa que tiene que “calmarse”, como en una ocasión declaró: “Hoy me merecí la expulsión, hice un poco de mierda. Hubo algunas palabras de más, exageré, soy sincero”. Lo que se vende hoy en día por las redes es el lado oscuro de los atletas, pero Gennaro es el reflejo de un ciudadano auténtico, con un alma de reconciliación y sin remordimiento alguno. Cuando se hable de él, siempre se recordará aquel manotazo en la cara al “grandulón sueco”, Zlatan Ibrahimovic, en 2003 frente al Ajax. El “indomable” se pintó con la roja directa. Nadie le avisó a Gattuso que Zlatan, siete años después, firmaría por los “rossoneri” y serían compañeros.
En el Milán, “Ibra” se desquitó, como relató Thiago Silva, compañero de ambos en aquella magnífica aventura: “Durante un entrenamiento, Gattuso se lo pasó fastidiando toda la mañana a Ibrahimovic, quien en ese momento no hizo nada y aguantó al tipo. La venganza llegó más tarde. Se vieron en el vestuario, Ibra lo agarró de los pies, lo puso boca abajo y lo tiró al cubo de la basura”. Así es la leyenda Gattuso: a veces regala y en otras le dan su vuelto; pero siempre dando la cara, el pecho dentro y fuera del césped.
En Corigliano Calabro, provincia de Calabria, Italia, en enero de 1978, es donde nació este prodigio del fútbol, el mejor centrocampista de marca de todos los tiempos; y ahí empezó a escribir su propia historia. Un caballo indomable en la llanura de un verde pasto.
¡Centro al área y tú tienes el balón!