A pocas semanas de las Elecciones Generales en nuestro país y en un contexto de crisis sanitaria y económica expresadas en la muerte de más de cien mil peruanos, el aumento del desempleo y la pobreza; las propuestas programáticas están ausentes.
Con más de 25 millones de electores, con financiamiento público de las campañas electorales a través de la llamada «franja electoral», con restricciones al financiamiento de las campañas electorales, sin reelección parlamentaria; el Perú debe elegir el próximo 11 de Abril, Presidente de la República, Vice Presidentes, 130 congresistas y 5 parlamentarios andinos.
Con un electorado obligado a votar, que decide su voto en los días previos a los comicios; me permito recordar como las «promesas electorales» expresadas en cifras, frases simples o mensajes de advertencia marcaron e influyeron en campañas presidenciales y municipales en nuestro país.
En 1980, Fernando Belaunde prometió un «millón de empleos», en 1983 el electo Alcalde de Lima Alfonso Barrantes ofreció un «millón de vasos de leche». En 1990 la campaña del APRA estuvo enfocada en enfatizar las consecuencias devastadoras o sociales que tendría aplicar un ajuste o schock por parte de un eventual gobierno de Mario Vargas Llosa y el FREDEMO.
En la tercera elección «fraudulenta» de Albero Fujimori en el año 2000 su campaña electoral se sintetizó en sumillar en una frase lo que sus estrategas consideraban los logros de sus 10 años de gobierno; haber «derrotado al terrorismo y superado la inflación». HOY considero que las campañas electorales cada vez, están más influenciadas por las frases, los gestos, las fobias, las simpatías o antipatías.
En las elecciones del 2016, la campaña de PPK tuvo éxito focalizándose en el amplio segmento de «jóvenes», que repentinamente empezaron a expresar su adhesión por un candidato casi octogenario y con una trayectoria política más cercana a los «conflictos de intereses», que a las lealtades partidarias.
NO descarto que en el último tramo de la campaña electoral, logre posesionarse y descollar el candidato presidencial que direccione sus propuestas hacía tres grandes «bolsones electorales»: los jóvenes; los hombres y mujeres en edad productiva y un sector cada vez más numeroso, los llamados «adultos mayores» (mayores de 60 años).
En nuestro concepto, en una campaña alejada de las grandes concentraciones, con limitaciones en el gasto y en un contexto de «pandemia» pueden marcar la diferencia. Siguiendo las referencias de campañas anteriores, los candidatos deben cuantificar sus propuestas para atraer a un electorado cada vez más escéptico.
En el largo plazo, la gran tarea pendiente es educar al pueblo y formarlo políticamente. La democracia debe institucionalizarse apoyada en partidos políticos con ideario e historia, dejando atrás a los llamados «vientres de alquiler» y desdeñando el transfuguismo. El PERÚ merece un destino mejor.
Por José Antonio Torres Iriarte
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