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lunes, 16 junio, 2025
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Intensivistas: los médicos que trabajan al pie del virus…Por Octavio Huachani Sánchez

Cuando un paciente ingresa a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) no solo queda en manos de Dios sino también, de los médicos y enfermeras intensivistas. Ellos están a cargo de las unidades de cuidados intensivos y su objetivo es asegurar el cuidado en los pacientes que presentan enfermedades que amenazan sus vidas. Su labor, como su nombre lo indica, es intensiva: minuto a minuto realizan un monitoreo integral del estado del paciente para tener una visión más completa y actualizada del paciente.

Y son también, los que determinan que pacientes son potencialmente recuperables, porque las fallas orgánicas que los pusieron en condición crítica pueden ser reversibles. Sin embargo cuando un virus de origen desconocido como el COVID-19, se  instala brusca e inesperadamente en el organismo del paciente debido a que empieza a manifestarse una serie de fallas orgánicas múltiples o secuenciales, que han comprometido sus funciones vitales, y su muerte es inminente, los intensivistas deben tomar la terrible decisión de utilizar sus esfuerzos y equipos en otros pacientes.

“En todo hospital, la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) es el área donde ingresan los enfermos de mayor gravedad y que requieren una vigilancia y una atención continua y específica. Ahora estas salas están muy tensionadas, con su capacidad habitual multiplicada hasta por cuatro y con profesionales exhaustos ante una pandemia que no cesa”, declara el  doctor Jesús Valverde, médico intensivista del hospital Dos de Mayo y presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva.

“Lo cierto es que la pandemia puso a la luz publica  la falta de Unidades de Cuidados Intensivos, así como también, la pobreza de toda la salud pública del país. No tenemos la suficiente cantidad de camas en las Unidades de Cuidados Intensivos, no tenemos equipos médicos y faltan profesionales altamente calificados. Algunas UCI tienen más de 30 años pero los equipos han sido renovados pocas veces. Actualmente tenemos 106 Unidades de Cuidados Intensivos en el país. Se ha elevado el número de salas de cuidados intensivos, pero solo en el sector privado”.

“Contamos con alrededor de 820 camas de cuidados intensivos y tenemos 900 ventiladores mecánicos para todo el país. Esas son las estadísticas que manejamos ahora, pero también hay que tener en cuenta de que el porcentaje de ocupación de camas en UCI es bien alto. El 90% de las camas está ocupado. La pandemia de COVID-19 nos encontró con las camas UCI ocupadas. Entonces, solo disponemos de un 10% para estos pacientes, ahora hemos podido recuperar algunas camas. Sin embargo hay que señalar que un paciente de COVID-19, tiene absoluta dependencia del ventilador mecánico y en promedio puede estar de tres a cuatro semanas en cuidados intensivos que es un período bastante largo ya que ocupa un ventilador durante todo ese tiempo”.

Para combatir con eficiencia al COVID-19 requerimos del doble de camas de las que tenemos. Ahora tenemos 2 camas UCI por cada 100 mil habitantes. Lo ideal es tener 10 camas UCI por cada 100 mil habitantes. Estados Unidos tiene 35 camas UCI por cada 100 mil habitantes. Es decir, nuestra cantidad de camas UCI es muy baja. Somos uno de los países de América Latina con el menor número de camas UCI por cada 100 mil habitantes.

“Lamentablemente en el sector público (Ministerio de Salud y EsSalud, las fuerzas armadas y la sanidad policial) no hubo un incremento importante de UCI en los últimos años. Solo hay dos hospitales nuevos: el de Villa El Salvador y el de Ate-Vitarte. En las regiones, las carencias son mayores porque no hay profesionales especializados, ni médicos y enfermeros intensivistas”, sentencia.

“Por ejemplo, en el factor humano, somos 700 médicos intensivistas, y alrededor de 2000 enfermeras especializadas para esta área y necesitamos ser el doble. Es decir, requerimos otros 700 médicos en cuidados intensivos. De igual modo, necesitamos duplicar el número de enfermeras preparadas para UCI (…) En forma paralela a la emergencia por COVID-19, tenemos que atender a otros pacientes con enfermedades que los llevan a cuidados intensivos. Entonces, necesitamos reforzar el número de profesionales preparados para manejar los casos en UCI”.

La falta de equipos

“Hay equipos biomédicos que se compran como los ventiladores mecánicos, pero no hay planificación para la reposición. Me refiero al hecho de que el equipo vence y la recomendación internacional es que, cada cinco años se renueve, pero eso no sucede en el Perú. Acá, en el mejor de los casos, se cambian cada 10 años o cada vez que se acuerdan. No hay una planificación correcta del equipamiento. Por ejemplo, un ventilador mecánico de alta gama no baja de 30 mil o 40 mil dólares en el mercado. Si es muy sofisticado puede llegar a los 70 mil dólares. Entonces, se tiene que hacer una inversión muy grande. Si fallan y no se reparan, están amontonados a la espera de repuestos que nunca llegan. Por eso, nos falta una planificación del mantenimiento preventivo y correctivo. Y ni qué decir de los insumos y fármacos que cada cierto tiempo escasean en las UCI. Tenemos que hacer maravillas para sacar a un paciente de una condición muy grave».

Si bien ahora el ministerio de Salud dispone de ventiladores mecánicos, falta el recurso humano. Es decir, el hospital de Ate tiene una capacidad ahora para 55 camas, aproximadamente, pero solo están funcionando 20 debido a que faltan médicos, enfermeras y técnicos de enfermería. El hospital está equipándose, pero no hay recurso humano para que opere los equipos. A propósito, el gobierno anunció hace pocos dias que la Marina  está fabricando ventiladores mecánicos, pero es necesario aclarar que esos ventiladores son prototipos que tienen variables básicas y no son para los pacientes COVID-19. La idea es que los respiradores que se fabriquen en el país sean usados en otros pacientes de UCI y así, liberar los ventiladores de alta tecnología que disponemos para los enfermos de COVID-19.

“Para terminar quisiera señalar que esta enfermedad va a marcar un antes y un después en todo. Primero, es una enfermedad que no hemos visto antes, recién la estamos conociendo bien para enfrentarla. Recién estamos viendo cómo va la evolución. Se ha generado mucho temor por la alta transmisibilidad del virus que la causa. Por eso, estamos usando equipos de protección personal al máximo. Nos ven con el traje especial, con lentes, con cascos, algo que nunca antes habíamos usado en una UCI. Nuestra vida en una Unidad de Cuidados Intensivos, a pesar de las enfermedades graves que manejamos, era un poco más tranquila y sabíamos cómo cuidarnos. Ahora, las cosas han cambiado tremendamente tanto para los médicos como para la ciudadanía que tiene que actuar con mayor responsabilidad y disciplinadamente”, concluyó.

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