“El ACV y yo”… Por Octavio Huachani Sánchez

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Desde hace unos cinco o seis años, no recuerdo bien, El ACV y yo convivimos en armonía. Si, había una placidez agradable en nuestra relación que añoro. Pero bien dicen que no hay dicha eterna, y ahora siento que me está agrediendo sin haberle dado motivo para ello. Cada minuto que pasa la situación resulta más insoportable. Debido a eso he decidido acudir hoy a un experto para solicitarle su intervención.

Aquí la historia:

Hace varios años atrás sufrí lo que los médicos llaman un accidente cerebrovascular (ACV) lo que en el habla familiar/popular se conoce como derrame cerebral que me tuvo postrado en la cama del hospital Grau de EsSalud durante dos semanas. Como en ese tiempo no existía un pabellón destinado exclusivamente a pacientes con ACV me enviaron al quinto piso donde había enfermos de todas las dolencias imaginables. La mayoría ancianos.

Lo recomendable es que una vez conseguida la estabilización, es necesario que el paciente quede en manos de un equipo de rehabilitación multidisciplinario (física, ocupacional, lenguaje). Lamentablemente este equipo integral de rehabilitación, solo existe en las clínicas privadas.

Estas falencias se traducen en periodos prolongados de hospitalización, tal como reporta el Instituto Nacional de Ciencias Neurológicas con un promedio hospitalario de 17,3 días.

Durante varios meses estuve sometido a intensivas terapias de todo tipo como ejercicios de motricidad, estimulación eléctrica funcional así como actividades cognitivas y emocionales. Lo hice en el Policlínico Castilla. La verdad es que lo puse muchas ganas y gracias al fisioterapista Hugo Salazar, a los cinco meses fui dado de alta.

Desde entonces todos los días tomaba en el almuerzo Clopidogrel una pastilla que si bien evita otra trombosis licúa la sangre dejando al paciente expuesto a  hematomas, hemorragias nasal o gastrointestinales. Además cualquier rasguño o pequeño corte puede originar una hemorragia que algunas veces se vuelve incontenible. Es terrible pasar por estos casos.

Mas tarde me enteraría que este mal afecta anualmente a quince millones de personas a nivel mundial, de los cuales cinco millones mueren en la etapa primaria mientras los otros permanecen con secuelas discapacitantes.

Y que el accidente cerebrovascular (ACV) es la segunda causa de muerte y la tercera de discapacidad en el mundo.

Un ACV sucede cuando el suministro de sangre al cerebro se ve interrumpido. Suele ocurrir repentinamente y algunas veces no se le da la debida importancia lo que puede resultar fatal. Por ello es necesario actuar de inmediato cuando una persona siente debilidad y pierde la sensibilidad de un lado del cuerpo. Hay que tener en cuenta que descuidar o dejar para después un accidente cerebrovascular posteriormente puede afectar el habla, la visión, la memoria y las emociones del paciente.

Durante las últimas cuatro décadas, en los países de bajos y medianos ingresos económicos la incidencia del ACV se ha incrementado hasta un alarmante 100%.

En Perú se ha reportado una proporción de afectados con el ACV de 6,8% en la zona urbana y 2,7% en la zona rural en personas mayores de 65 años. En las ciudades  se producen el 28,6 mientras en el campo un 13,7% de decesos de los afectados.

Pero ojo, si bien la mayoría de las personas que tienen un accidente cerebrovascular tienen más de 65 años de edad, cualquiera puede tener un accidente cerebrovascular: jóvenes, niños e incluso bebés.

El Ministerio de Salud, por su parte, informó un incremento en la mortalidad por ACV entre los años 2010 y 2013, mientras que en el Hospital Cayetano Heredia se reportó una mortalidad hospitalaria de 20% entre los años 2014 y 2017, lo que revela su impacto como problema de salud pública.

Algunos accidentes cerebrovasculares pueden ser bastante leves y los efectos solo temporales, mientras que otros ACV pueden ser más graves y causar daños permanentes.

Entre los problemas relacionados con el manejo inicial del ACV tenemos la ausencia de un adecuado y oportuno diagnóstico.

Suele suceder que una vez que cuando el paciente ha sido tardíamente admitido, se encuentra con que la mayoría de centros hospitalarios públicos no cuentan con infraestructura para detectar y administrar un tratamiento de emergencia como un tomógrafo que ayudaría a una monitorización, y adecuada valoración inicial de las capacidades funcionales.

Esta información es alarmante considerando la severa afectación sobre la calidad de vida de los pacientes con ACV, y el impacto económico que se genera en las familias; no solo porque el paciente con discapacidad moderada a severa se convierte en económicamente inactivo, sino que además, alrededor del 40% necesitará de un cuidador perenne, los cuales, en muchas ocasiones, son familiares, quienes deben dejar de trabajar para cumplir con esta labor.

Estos hechos deben hacernos reflexionar en la importancia de implementar programas que aseguren un tratamiento integral, se genere el seguimiento que provea de rehabilitación, control de los factores de riesgo y así, al menos, paliar esta ominosa situación en que se encuentran los pacientes portadores de secuelas de ACV, que hacen la hayamos convertido en una enfermedad desatendida y olvidada.

Es posible que cuando ustedes hayan terminado de leer estas líneas ya me encuentre internado en algún centro de salud de EsSalud. Mi primer intento será el hospital II Ramón Castilla del cercado de Lima o, como me aconsejó ayer la psicóloga de PADOMI que ayer me visitara en mi hogar, llame a emergencia pidiendo una ambulancia.

En ambos casos será lo que Dios disponga.