Yo no sé mañana… Por Octavio Huachani Sánchez

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El título de esta canción del portorriqueño Luis Enrique quizás define la incertidumbre que hoy abruma a la mayoría de los peruanos. A través de varios gobiernos hemos sabido sobrevivir a muchos cataclismos y de alguna manera, con mucho esfuerzo hemos logrado volver a la vida que se había perdido (la mayor inflación del mundo, el paquetazo de Fujimori, etc.). Ahora eso ya no será posible.

La política se basa en hechos y gestos. Y esta pandemia los hechos han mostrado la inercia e incapacidad de muchos gobernadores. Y el video de Celia Capira, la mujer que corrió tras el presidente Martín Vizcarra suplicando ayuda para su esposo afectado por el COVID-19, dio la vuelta al mundo dejando una pésima imagen del mandatario.

Las disculpas del presidente a la señora Capira sonaron tardíos, así como el posterior anuncio del decreto de urgencia para la intervención del Ministerio de Salud en Arequipa. La emergencia sanitaria requiere de acciones inmediatas. Los arequipeños lo estaban reclamando a gritos.

Un caso similar es lo que sucede en Huánuco donde los médicos y trabajadores del Hospital II de EsSalud han pedido declarar en emergencia sanitaria de ese departamento debido al colapso hospitalario y a la inoperancia de los gobiernos locales en establecer cercos epidemiológicos para contener al COVID-19. “No hay espacio para más camas en hospitalización y de la unidad de cuidados intensivos está copado”, precisó el galeno Jimy Curo Niken, vocero del EsSalud.

Lo mismo sucede en los hospitales ubicados en Lima donde centenares de pacientes infectados forman interminables colas acompañados de familiares y sus propios balones de oxígeno a la espera de ser hospitalizados. Muchos mueren en el intento.

Para completar el cuadro, lo del convenio con las clínicas privadas tampoco ha funcionado. Moisés Rosas, jefe del SIS, señaló que todo el sistema sanitario está saturado. Agregó que hasta la fecha no han realizado traslados de pacientes graves de Coronavirus del sector público al privado.

Según el periódico británico Financial Times nuestro país, desde enero al 8 de julio, registra un total de 40.100 defunciones en exceso. El máximo de muertes que registraba nuestro país era de 3.250, sin embargo, con la pandemia del coronavirus llegamos a 6.500. El diario revela que el número de decesos está por encima del promedio histórico reportado por las instituciones oficiales.

Pero no solo de COVID-19 muere el hombre.

La otra cara de la pandemia es el desempleo, el hambre y la angustia de llevar un pan para su hogar. Miles, sino millones de personas recorren las calles buscando trabajo, cachuelos o “cualquier cosa” que los mantenga ocupados. Otros han copado calles y el internet ofreciendo productos de limpieza u otros productos vía delivery.

Hasta el momento, según cifras oficiales 2 600.000 han perdido su empleo. Otras están a punto de perderlos. Varias empresas que acogieron a la “suspensión perfecta” de manera unilateral -sin la consulta previa a sus trabajadores- al intentar reiniciar sus actividades y al haber sido observadas por el ministerio de Trabajo ha optado por liquidar la empresa y reabrir otra del mismo rubro, pero con una denominación diferente.  

“En estos tiempos de crisis mundial por el coronavirus, nuestro mayor reto es encontrar un equilibrio entre protegernos a nosotros y a nuestras familias y mantener al mismo tiempo nuestros puestos de trabajo. Para los políticos, eso se traduce en combatir la pandemia del COVID-19 sin que el tejido económico y laboral sufra un daño irreversible” escribió Guy Rider, director general de la Organización Mundial del Trabajo (OIT), en EFE.

En el mismo sentido las Naciones Unidas piden que se amplíe extraordinariamente el apoyo para hacer frente a los desafíos que se avecinan, incluido el mecanismo de respuesta inmediata de protección social para evitar que miles de millones de personas caigan en la pobreza y para reducir los efectos de COVID-19,

¿Qué es la nueva normalidad?

¿Para algunos es salir de casa por momentos, andar en tapabocas y protector facial y hacer reuniones por Zoom? Pero la nueva normalidad nos muestra un rostro invisible, oculto por los grandes medios de comunicación. Ahora es común oír desde las ventanas a gente necesitada que va por la calle pidiendo dinero, vendiendo bolsas de basura, ramas de eucalipto u ofreciendo sus servicios para limpiar casas, podar jardines o lavar carros. Me refiero a gente que vende algo o pide algo porque es pobreza y precariedad disfrazada de informalidad.

Unas Fiestas patrias diferente

Ahora, en la mayoría de los cerros que bordean la capital son banderas blancas las que ondean, que son un claro mensaje del hambre que sufren las personas que residen en la periferia y que se encuentran en situación de extrema pobreza.

En esos lugares se crean las denominadas ‘ollas comunes’ para que las personas puedan asegurar su alimentación, que consiguen gracias a donaciones y también a la solidaridad de los vecinos de barrios aledaños.

Esas personas son a menudo marginadas, invisibles. La negación de la dignidad para ellos, es un símbolo de los fracasos políticos del pasado. Pero que sirva de recordatorio para las responsabilidades futuras de los políticos.