ÁNGEL DELGADO SILVA
Tal como señalamos en artículos anteriores el mundo unipolar que nace tras el fin de la Guerra Fría –caída del Muro de Berlín e implosión de la URSS–, ha ingresado a una inexorable declinación. La hegemonía incontestable de los EE. UU ya no es tal. Para muchos expertos el encuentro TRUMP-XI del 30/10 de este año, en Busan, Corea del Sur –un día antes de la reunión de APEC– habría evidenciado el ascenso de China al estrellato universal. La política trumpista (make american great again) de amenazar con aranceles –que doblegó fácilmente a los europeos– resultó inocua ante la fortaleza del país asiático. Ya no es factible ignorar la nueva correlación de fuerzas que se viene dibujando.
Como corresponde, una mutación geopolítica de tal magnitud no discurre de manera apacible. El desplazamiento de las placas del poder mundial agudizará todas las tensiones posibles. En un estado donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo aún no aflora, supone una resistencia febril de los hegemones en cuestión. Por tanto, el trasiego además de tortuoso, será altamente conflictivo. Eso amerita especulaciones como el ingreso a una “segunda guerra fría”, la vuelta del fantasma nuclear, etc.
En efecto, con suma perplejidad estamos asistiendo al incremento inusitado de los factores cuyo desenlace sería la III Guerra Mundial con armas atómicas. No sólo los conflictos bélicos se han extendido por el globo: Medio Oriente, el Caribe venezolano, Ucrania y Europa. También cobran intensidad exponencial que ponen en vilo a toda la humanidad. ¡Qué lejanos nos parecen hoy los discursos sobre “el fin de la historia”, pródigos durante la última década del pasado siglo!
Especial atención tiene la guerra en Ucrania. A pesar que ya roza el cuarto año y la victoria rusa es indiscutible, no hay como concluir la contienda y alcanzar la paz. Los esfuerzos de TRUMP fracasan por la intransigencia de sus socios europeos de la OTAN y los republicanos ultras vinculados al complejo industrial-militar USA. Esta coalición de alucinados se ha extraviado del realismo. Carece de escrúpulos para sacrificar al pueblo ucraniano en una aventura trágica y sin destino. La caída de la ciudad de Pokrovsk, en el Donbas, por ejemplo, revela no sólo la torpeza militar, sino la cruel insensibilidad de ZELENSKI y los suyos, para salvar vidas de un desastre anunciado. Les interesa solo abrir las puertas del infierno.
Los derrotados en el campo de batalla irresponsablemente apelan a las provocaciones más insensatas: acciones terroristas contra población civil en Rusia y/o ataques de falsa bandera en los países de la UE. Cualquiera de ellas u otras similares, pueden escalar la confrontación. El temido desenlace nuclear que lleve al holocausto.
