Estando por cumplirse los cien días del ascenso al gobierno, TRUMP no sólo ha puesto al mundo en vilo con sus decisiones espectaculares e imprevisibles. Por igual, tales medidas también provocan reacciones contrarias al afectar intereses de auditorios distintos y enfrentados. Por eso resulta muy difícil reclamarlo a favor de algún sector del polarizado ambiente político donde nos encontramos. Cierto que su contundente victoria contra Kamala HARRIS agradó a los conservadores de América Latina y las derechas del planeta. Tanto así que cuando se anunció la intervención a USAID, cuyos fondos se malgastaban para financiar causas woke-caviares, dicha aquiescencia tornó en un encendido entusiasmo.
La postura acerca de la guerra en Ucrania, especialmente la ansiedad por su pronta conclusión, causó asombro (incluso pesar) entre quienes, timados, asumían la falsa narrativa del partido demócrata EE.UU y las elites europeas de Bruselas. Pero como explicamos en una columna anterior, tal desazón obedecía a la campaña tendenciosa que ocultaba la verdad de los hechos. En consecuencia, al develarse la bruma engañosa, hallaba sentido la geopolítica de TRUMP de acercarse a Rusia, para equilibrar a China en el nuevo e inexorable tablero mundial, el cual exuda una tripolaridad incontestable. Podrá no gustar; pero hace gala de realismo, en lugar de la fantasiosa globacracia neoliberal, que pretendía uniformar a todo el universo.
Mas ese consenso se quebró dando paso a la confusión más grande, cuando TRUMP anunció su política arancelaria triunfalmente (“El Día de la Liberación”). A pesar del ditirambo, esta vez las reacciones fueron de franco rechazo, mayoritariamente. Primero, de los países que reducirían el volumen de sus exportaciones por las nuevas barreras comerciales al incrementar sus precios, haciéndolas menos competitivas. De ellos, el más afectado, China, ha recogido el guante desatando una guerra mercantil de grave impacto para la economía internacional. Segundo, del hatajo de economistas neoliberales que condenaron el giro proteccionista, pues nos retrotrae a épocas pretéritas y ataca al libre mercado. Y solemnemente formulan pronósticos pesimistas, incluyendo una inminente recesión global.
Por cierto, las cosas empiezan a complicarse para la administración TRUMP. Desde las calles ganadas por la oposición hasta la dilación de la guerra ucraniana, pasando por disensiones en el propio equipo gubernamental. Es verdad que se abren las negociaciones, pero nadie asegura el apaciguamiento. El futuro seguirá siendo una apuesta abierta. Sin embargo, sería necio postular “la locura TRUMP” como tesis. Allende de sus gestos y bravatas, sin duda es la encarnación del cambio de época en todo el orbe. De un ciclo que aún no muere hacia otro que todavía no nace. Y en ese horizonte proceloso nuestros pueblos deberán mirar hacia adentro para resolver sus viejas pendencias. Al mismo tiempo, con audacia, ganar lo mejor aprovechando las rivalidades geopolíticas de las grandes potencias.

Ángel Delgado Silva
Abogado y Analista Político