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viernes, 25 abril, 2025
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«Mujeres Cajamarquinas; Mas Ferrer, María Ana» Por: David Lezama Abanto

María Ana Mas Ferrer, mujer cajamarquina de extraordinaria belleza, de distinguidos y finos rasgos físicos, de grandes y soñadores ojos negros, labios bien perfilados. A esta sorprendente perfección física unía a nuestra dama, una singular distinción como que era descendiente de un corregidor español, y, dueña de una singular fortuna más que regular. Su padre fue Don Remigio Mas Ferrer, el nombre de la madre permanece aún desconocido. Suponemos que nació el año 1800, porque según recopilación, cuando Bolívar llegó a Cajamarca, nuestra encantadora dama tenía 23 divinos años.

Cuetan historias añejas, que en el muy suntuoso baile de recepción que el vecindario cajamarquino ofreciera en honor a don Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Ponte Palacios y Blanco, que llegó a nuestra ciudad en diciembre de 1823, en estos momentos sociales, era un hombre muy atento y muy Galante con las damas.

En la recepción se encontraba presente Doña María Ana Mas Ferrer, en el ánimo enamoradizo del visitante, quedó grabada la imagen de esta hermosa señorita, tal es así que al día siguiente del rumboso baile, Bolívar rondaba la casa de la distinguida dama, esta actitud molestó tanto a la madre de Doña María Ana, que el día del asedio, ya entrada la noche, hizo arrojar desde uno de los balcones de su casa, el íntegro contenido de un cubo de agua sobre el citado caballero, sin recapacitar en las consecuencias de acto temerario.

Bolívar, con las ropas mojadas y con justa o injusta indignación, hizo que el dueño de la casa fuera tomado preso, el detenido era nada menos que el padre de la mujer de su Idilio. Al día siguiente, corrieron voces que el detenido sería fusilado por traidor a la patria, entonces, doña María Ana fue en busca del ilustre visitante para explicar la verdad de lo sucedido y pedir la libertad de su padre.

Bolívar, recibió acogedoramente a la dama, y, encandilado por el fuego abrasador de sus ojos suplicantes, propuso otorgar la pedida libertad de su padre siempre y cuando ella correspondiera el servicio con un beso. María Ana no se sorprendió por la propuesta y sin vacilar respondió: «General, si seguís cambiando prisioneros por besos, es seguro que vais a perder la guerra, yo como peruana, anhelo que la ganéis». Pero como Bolívar insistiera en su propósito de salir con la suya y obtener el beso deseado, la dama repuso sin ambages: «Antes tendríais que casaros conmigo».

En esos momentos se presentó un oficial portando un despacho urgente, el general frunciendo el entrecejo leyó el documento, acto seguido con voz enérgica ordenó al oficial, «capitán, disponed la salida inmediatamente». Miró luego a la hermosa mujer que tenía al frente, quién sorprendida seguía junto a él, y dijo entonces: «Perdonad señorita si os parezco atrevido, y creedme, lamento que mi azaroso destino no me permita el honor de la condición que vuestro beso exige».

Inmediatamente ordenó la libertad del padre de la dama y, acompañando a ambos hasta la puerta del cuartel le dijo al despedirse: «Permitidme al menos besar vuestra mano», a lo que ella accediendo repuso: «Muchos miles de hombres querrán muy pronto besar la vuestra mi general.

Y así marchóse Bolívar de tierras cajamarquinas, besando apenas la mano de la más bella mujer de esta metrópoli que la historia conoce.

Fuente: diario «Luz» viernes 11 de febrero de 1955.
Fuente: Sarmiento Gutiérrez, Julio. Cajamarca: crónicas y juegos del ayer, p.60

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