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sábado, 26 abril, 2025
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«La democracia debe ser defendida.» Por: José Antonio Torres Iriarte.

El gobierno de Pedro Castillo, signado por la corrupción y la mala gestión; no ha cedido en su objetivo político de convocar a una Asamblea Constituyente y establecer las bases de un sistema político que emule otras experiencias latinoamericanas. Pedro Castillo ha hecho de la victimización un arma política, para compensar sus serias limitaciones y pretende ser reconocido en la comunidad internacional, como el «maestro rural de origen andino» que es desdeñado por los sectores plutocráticos de una manera sistemática.

América Latina durante el siglo XX fue marcada por movimientos sociales y políticos de frente único, que se propusieron impulsar programas antimperialistas y sociales; sin imponer dictaduras de largo plazo. Por otro lado los totalitarismos de corte fascista o comunista fueron parte de un proceso político latinoamericano marcado por golpes de Estado, largas dictaduras militares, procesos democráticos breves, reformas inconclusas, etapas de expansión económica, de recesión o ajustes económicos.

Más allá de las políticas de sustitución de importaciónes alentadas por la CEPAL o de las reformas de mercado emprendidas bajo el llamado «Consenso de Washington»; lo cierto es que hoy nuestra región aún no logra comprender que la verdadera revolución social debe apoyarse en el crecimiento sostenido de la economía y la focalización del gasto social. El Perú no ha logrado recuperar en la última década, la senda del crecimiento que lo convirtió en un referente de éxito, en los años del segundo gobierno del presidente Alan García.

No es posible gobernar desdeñando la buena gestión pública y dejando de lado el debate ideológico y político; para ello hace falta liderazgo, respuestas políticas y confrontación abierta con los extremismos de izquierda que en el Perú se expresan bajo diversas denominaciones. Las denominaciones o membresías políticas son lo menos importante, bajo la sombra del neomarxismo, del globalismo o de los conceptos más retrógados del marxismo ortodoxo se asocian militantes de viejo cuño, sindicalistas ávidos de poder y todos aquellos que sistemáticamente apoyaron la muerte, los fusilamientos y los campos de concentración de la otrora URSS, en la China de Mao o en la Cuba de los Castro.

Más allá de la aparente falta de disciplina y unidad partidaria hoy hacen política en el Perú, los que fueron parte del maoísmo senderista en los años ochenta, que pretendió replicar la llamada «revolución cultural» de la dictadura de Mao Tse Tung. La izquierda marxista o neomarxista latinoamericana tiene claro hacerse del poder en alianza con los representantes del globalismo, que tienen presencia hegemónica en organismos internacionales adscritos al Sistema de Naciones Unidas.

La complacencia con la que respaldan la dictadura de Díaz Canel en Cuba, la dictadura de Ortega en Nicaragua, el apoyo al tirano Nicolás Maduro, como a la vez la distancia con la que se observa la lucha del pueblo de Santa Cruz en Bolivia; ponen en evidencia los despropósitos que animan a quienes han encontrado un alto «rentismo político» desarrollando un discurso demagógico, supuestamente redentor de los pobres.

Hoy el Perú es gobernado por un político, sin propósito de escuchar, aprender o enseñar; Pedro Castillo es la más cabal expresión de la mediocridad y una ofensa para el magisterio nacional. Los pueblos deben ser educados, bajo los principios rectores de la libertad y el derecho a lograr el bienestar.

Las tiranías en América Latina han fracasado y los totalitarismos han causado estragos en la humanidad. El Perú recibe la visita de una delegación de alto nivel de la O.E.A, como respuesta a una petición expresa del gobierno peruano, que se ha propuesto distraer, ganar tiempo y legitimarse ante los gobiernos del hemisferio. Pedro Castillo desde los primeros días de gestión, trató de prescindir de todo control y fiscalización, por ello de una manera sospechosa gobernaba desde la «casa de Sarratea», inmueble convertido en sede de un gobierno que a través de la informalidad, pretendía dar muestras de austeridad y desinterés por el boato del Palacio de Gobierno.

La mentira, el cinismo, la victimización y la demagogia marcan el accionar de un político como Pedro Castillo, que exhibe como fortaleza su falta de experiencia y desconocimiento en materia económica, de gestión pública y relaciones internacionales. El Perú debe recuperar su liderazgo en la región, nuestro Servicio Diplomático debe alejarse de toda sujeción ominosa a un gobernante que deshonra al país.

La movilización de las fuerzas democráticas es necesaria, como a la par es indispensable que el Presidente del Congreso, tenga claro que preside el primer poder del Estado y no puede aceptar las imposiciones de un Primer Ministro sin credenciales democráticas. La democracia debe defenderse, más aún cuando se cierne una dictadura sobre el Perú.

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