InicioOpinión"Eduardo Deza Ormeño"... Por Octavio Huachani Sánchez

«Eduardo Deza Ormeño»… Por Octavio Huachani Sánchez

Siempre ocurría lo mismo. Todos los días llegaba a media mañana, devolvía el saludo del portero Bulnes y raudo traspasaba la enorme reja de fierro forjado para luego subir de dos en dos los escalones de la crujiente escalera de madera que conducía al segundo piso de La Prensa donde se ubicaban las diferentes secciones del diario de Baquijano.

Al llegar, pegado a los viejos balaustres de madera, encontraba, cigarrillo en mano, al ingeniero Federico La Rosa con quien intercambiada una breve conversa.

Luego se dirigía hacia la sala de redacción de Locales e iba hacia su escritorio donde tomaba algunas carillas que después de doblarlas, las colocaba detrás de su pantalón y salía con la misma rapidez que había entrado.

Después de las cinco de la tarde, hasta la hora del cierre, la amplia redacción de Locales de La Prensa mostraba un ambiente entre ruidoso y humeante provocado por el teclear de las bulliciosas maquina de escribir mecánicas y por el humo de los cigarrillos que la mayoría de los redactores llevaban colgados en sus labios y que en claro desafío a las leyes de la física no se caían.

En ese increíble y fascinante ambiente, “El flaco” Eduardo Deza, destacaba nítidamente. Antes de empezar a escribir preguntaba sobre el espacio que disponía para explicar la noticia que siempre era portada.

Luego de la consulta, se sentaba y empezaba a revisar sus notas. Hubo veces que no entendía su letra y entonces consultaba a algún colega. Superado el impase empezaba a escribir. Pese a hacerlo con dos dedos escribía muy rápido y mientras lo hacía iba hablando en voz baja, muy baja, casi inaudible -a veces daba la impresión que hablaba con él mismo-, y cuando algo lo detenía, su dedo índice empezaba a golpear repetidamente la tecla espaciadora hasta que una vez que retomaba la idea continuaba escribiendo hasta culminar su artículo.

Luego de un tirón desprendía la carilla, engrapaba los originales y los entregaba al jefe de mesa. Sus copias las guardaba en el cajón de su escritorio.

Eduardo era austero en sus conversas y reuniones. No admitía más de dos personas en su mesa. Usualmente eran él y Nelvar Carreteros. Los dos eran parcos en el hablar. Y ambos eran los redactores principal.es de La Prensa. Eduardo era oriundo de Ica y Nelvar de Puno.
Aunque dedicó muchos años a cubrir Congreso y hacer entrevistas de fuste, Eduardo también era comisionado para realizar notas singulares. Recuerdo que cierta vez cuando lo enviaron a Piura, me invitó a acompañarlo.

De la capital nos trasladamos a la provincia de Morropón que era el objetivo de la comisión. Nos acompañaba el fotógrafo Rubens Temoche.

Por la mañana salimos y empezamos a recorrer las polvorientas y calurosas calles. Mientras caminábamos conversamos de muchas cosas y reíamos. Nunca apuntó nada. Solo le indicaba con la mano a Temoche que tomara algunas fotos.

De regreso al diario Deza se puso a escribir. Sacó ocho notas de ese recorrido. Increíble. Tenía una capacidad de percepción inigualable.

En otra oportunidad me dijo que lo acompañara a la Plaza San Martín donde el candidato de Acción Popular, arquitecto Fernando Belaunde Terry iba a realizar un mitin.

Llegamos al Bar Zela y ocupamos una de las mesas ubicadas en el Portal. Pidió algunas cervezas que íbamos consumiendo y mientras Belaunde daba su discurso de cierre de campaña, Eduardo hizo algunos apuntes.

Terminado el discurso Deza se levantó, llamó al mozo y le dijo que trajera dos cervezas más y que no me dejara ir. El mozo sonrió.

A la hora retornó y reanudamos la charla. Al día siguiente la nota de Eduardo ocupó las páginas centrales y la portada.

Deza cubrió sucesos históricos, como la captura y muerte de Ernesto ‘Che’ Guevara en Bolivia; el fallecimiento del expresidente boliviano René Barrientos; el retorno del ex mandatario argentino Juan Domingo Perón a su país luego de un largo exilio en España; la campaña electoral de los Estados Unidos y la asunción de mando del presidente Jimmy Carter (1978). Esas notas fueron conceptuadas por el Servicio de Información de los Estados Unidos (USIS) como excelentes e imparciales lo que le valió ser invitado por el gobierno Estadunidense a un viaje de vacaciones para él y su familia.

En su largo trajinar por el Congreso de la República en la Constituyente le sirvió para cubrir la última etapa política del líder aprista Víctor Raúl Hay de La Torre. Más tarde cubriría la Cámara de Diputados cuando los periodistas ocupaban una pequeña cabina ubicada detrás de los últimos escaños.

Eduardo Deza Ormeño fue un puntal en La Prensa como lo fueron su padre y su abuelo quienes también laboraron en el diario de Baquijano.

Deza empezó muy joven y formó parte de la escuelita de don Pedro Beltrán que sirvió para revolucionar el periodismo en el Perú.

Fue redactor de Locales, cronista parlamentario, jefe de informaciones y director del Suplemento Dominical.

Entre 1978 y 1979, integró la redacción y luego fue jefe de Política de Expreso. En enero de 1980 hasta diciembre de 1982, estuvo como redactor principal en El Observador. También fue parte de La Crónica. Por un breve periodo fue colaborador de El Comercio. Años después sería director del Diario Ultima Hora entonces de propiedad de Javier Silva Ruete.

Pese a ser renuente a las distinciones, su impecable trayectoria lo hizo acreedor a diferentes condecoraciones, como la Medalla de Honor en el grado de Caballero por el Congreso Nacional (1987), la Medalla al Mérito ‘Andrés Reyes’ en el grado de Gran Oficial del Senado de la República (1987), y la Medalla al Mérito en el grado de Gran Oficial por la Cámara de Diputados (1987).

Hoy se cumple un mes de su sensible fallecimiento y su esposa e hijas le harán una misa de recuerdo en los Estados Unidos donde residen.

Eduardo dejó muchos amigos y demasiados recuerdos. Me precio de haber sido su amigo. En los últimos años solíamos reunirnos dos o tres veces al mes siempre en San Miguel distrito donde residía. Y siempre a mediodía. Un cebiche y media res formaban parte de la conversa que muchas veces se prolongaba hasta llegada la noche.

Deza fue, sin duda, un gran periodista y los grandes periodistas como él no mueren, solo dejan reposar sus máquinas de escribir para tomarse un merecido descanso.
Hasta pronto hermano.

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