“Carlos Enrique Melgar”… Por: Octavio Huachani Sánchez

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El 30 de mayo de 1930 fue una fecha especial para la familia Melgar-López, había nacido un varoncito al que pusieron de nombre Carlos Enrique. Ganado por la emoción y la alegría don Carlos se animó a desenterrar el añoso porongo de chicha de jora que había puesto a fermentar a la espera de alguna ocasión especial. Y ahora deseaba brindar con los amigos y familiares que se acercaron a su humilde vivienda para felicitarlos por la llegada del nuevo miembro de la familia.

Carlos Enrique Melgar López nació en Cora Cora, uno de los más modestos distritos de Parinacochas, Ayacucho. A inicios de la década de los 30 apenas había unos 10 mil pobladores que tenían la agricultura y la ganadería como actividades principales.
Aquella mañana esa hermosa tierra parinacochana estaba iluminada por un radiante sol que se reflejaba en sus bellas lagunas y en los bosques plenos de inmensos y verdosos eucaliptos.

Muy temprano hombres y mujeres habían salido hacia el campo. Ellos a cosechar los cultivos de pan llevar, mientras las chaposas campesinas mientras pastoreaban sus lanudas ovejas caminaban tejiendo o cantando dolidos huaynos.

Tan pronto como la noticia del nuevo miembro de la familia de los Melgar-López se hizo conocida, su modesta morada fue visitada por los vecinos. No era para menos, ellos eran muy apreciada por toda la comunidad. Fiel a sus ancestrales costumbres, cada familia llegó portando una olla de barro que contenían: picante de chuno y picante de cochallullo, charqui y cancha tostada. También llevaron las famosas mazamorra negra y la gelatina de patita.

Mientras ellas, vestidas de coloridos trajes y largas trenzas; se dirigían a la cocina, los hombres, con afán y entusiasmo, ayudaban a desenterrar el gran porongo de chicha de jora. Todos bebieron y a los sones de un arpa y un violín bailaron hasta pasada la media noche.

Poco tiempo después toda la familia se trasladó a Lima. Carlos Enrique siempre fue un niño inquieto. Preguntón por antonomasia poco a poco fue mostrando un talento innato de liderazgo. Cuando apenas contaba con 15 años conoció a Víctor Raúl Haya de la Torre y a Ramiro Prialé y sin pensarlo dos veces se inscribió en el partido aprista.

Postuló e ingresó a la universidad Nacional Mayor de San Marcos donde estudió Letras, Derecho y Ciencias Económicas. En 1955, fue elegido Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú y luego, en 1959, resultó elegido presidente de la Federación de Estudiantes del Mundo, durante la VIII Conferencia Internacional desarrollada en Lima.

Ya en la política fue electo cinco veces como Senador de la República por Ayacucho.

También fue elegido miembro de la Asamblea Constituyente de 1978.
En el Apra ejerció el cargo de Subsecretario General del Comité Ejecutivo Nacional y en varias oportunidades presidente de la Comisión Política del Partido Aprista. Cuando apenas contaba con 33 años se hizo cargo de la secretaría general del partido.

Carlos Enrique Melgar siempre mostró una gran lealtad a su partido y por eso Haya de la Torre le brindó toda su confianza a tal punto que lo eligió para que lo acompañara al hospital de Houston donde se internaría debido a la enfermedad terminal que padecía el líder político.

Melgar era poseedor de una oratoria que encandilaba por lo pausado en sus inicios, seguidos de breves silencio para luego elevar la voz que vibraba y convencía a sus oyentes.

Fue conocido como “el Tigre” por la rapidez en sus respuestas y la fiereza con que defendía sus argumentos. Carlos Enrique era uno de los oradores principales de la Constituyente al lado de Ramiro Prialé, Enrique Chirinos Soto, Andrés Townsend, Armando Villanueva, Javier Valle Riestra y Luis Alberto Sánchez.

En la antiguas Cámara de Senadores y Diputados de los años 80, habían congresistas de lujo como Héctor Cornejo Chávez y los pepecistas Mario Polar, Ernesto Alayza Grundy, Felipe Osterling o ‘Bobby’ Ramírez del Villar quienes le otorgaban majestuosidad al Parlamento de entonces.

Como abogado penalista, Carlos Enrique Melgar ejerció la defensa de personajes involucrados en sonados casos policiales como Ingrid Schwend que fue protagonista de uno de los crímenes más sonados de los años sesenta: el asesinato del Conde Sartorius y al psiquiatra Segisfredo Luza, quien asesinó al amante de su ex pareja y cumplió una condena de apenas 4 años. También fue defensor de Jorge Villanueva, conocido como el “monstruo de Armendáriz”.

En ese tempo Melgar recién había egresado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y trato de demostrar que su cliente era inocente, habiendo logrado que, en solo un mes y medio, se retire el cargo de violación. Lamentablemente por presión popular y de algunos medios de comunicación Villanueva fue fusilado. Años después el médico forense Víctor Maúrtua asegura que, sin ninguna prueba consistente, Jorge Villanueva Torres fue acusado y condenado a muerte. Villanueva pagó con su vida un delito que no cometió, o que incluso no existió. También fue abogado Luis D’Unian Dulanto, más conocido como «Tatán».

Hoy Carlos Enrique Melgar López a sus 88 años bien llevados, vive en tranquilidad. Ya no litiga, reposa de una paz ganada en duras batallas en el Parlamento y los tribunales donde luchó por defender los derechos de los inocentes y los desposeídos.

Casado con doña Fanny Romarioni Rainusco, con quien tiene dos hijos: Carlos Enrique y Sandro Raúl, ambos abogados.

Muchos lo recuerdan pero pocos lo visitan, pero él, igual es feliz con las visitas de sus nietos y de algunos de sus paisanos que vienen a expresarle su agradecimiento.