«Si yo tuviera 20 años»… Por Octavio Huachani Sánchez

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…Tú tendrás 16. Y como entonces te esperaría a la salida del colegio y siempre ocurría lo mismo: tú, haciendo como que conversabas con tus amigas ni me mirarías y seguirias caminando. Y así serían todos mis días hasta que decidí dejar de buscarte e irme a jugar fulbito con mis amigos.

Fue un día como hoy, que es tu cumpleaños. Lo recuerdo porque en pleno partido, de pronto mis amigos dejaron de jugar. Estaban paralizados y todos me miraban porque tú apareciste sonriendo: llevabas tus libros en los brazos y te acercabas a mí ¿Te enfadaste? me preguntaste y yo solo atiné a mover la cabeza y a sonreír.

Luego salimos a caminar y comer helados. Al caer la tarde un pye manzana hizo las veces de torta y hasta le pusimos una velita que riendo apagaste. Y desde entonces caminamos juntos, jurando no separarnos nunca.

Y hoy, 32 años después, la añoranza hizo que regresara por aquella casa donde vivimos y tuvimos nuestros hijos. Luego de superar la nostalgia inicial me animo y comienzo a pasear por la estancia. Estoy mirando sus paredes ahora descoloridas donde aún cuelgan algunas de nuestras fotos, opacas y envejecidas por los años transcurridos.

Tomo una, la tuya. Luego abro las ventanas para que entre el tiempo de ayer. Si vieras!: en el jardín interior observo como juegan nuestros muchachitos. Yo los miro pero ellos ni me miran.

Regreso y me dirijo al comedor y luego a la sala. La lámpara en una esquina, los muebles cubiertos y la vieja radiola que presuroso limpio para colocar tu foto encima. Entonces desbocados aparecen los recuerdos, muchos recuerdos, gratos todos. ¿Pero si fueron gratos porqué lloro? me pregunto y cuando siento que una primera lágrima intenta escapar e invadir mi rostro, decido salir de la sala.

No vas a creerme pero cuando voy regreso al comedor escucho que de la añosa radiola está brotando una música que me es familiar: Si, es el Tema para jóvenes enamorados ¡nuestra canción!

Lentamente, temeroso, doy marcha atrás y al llegar veo que tu foto ya no está encima de la radiola y que ha cobrado vida porque como antes, estás esperándome con los brazos extendidos e invitándome a bailar. “Ven, es mi cumpleaños ¿acaso no lo recuerdas?” me dices, haciendo un mohín.

Y bailamos toda la noche, aferrados uno del otro, intentando quizás, recuperar los momentos ausentes que el destino nos arrebatara. Deseando con todas nuestras fuerzas que este momento se haga eterno.

Vano intento. La llegada de un nuevo día me encontró solo y con tu foto entre mis temblorosas manos. Pero había más: mi cuerpo estaba impregnado de tu aroma y mi mejilla estaba marcado de carmín.

Hace 32 años que partiste hacia el cielo, tenías apenas 35 años y tres hijos que te recuerdan y adoran.