“Saliendo del fuego” … Por Juan Silva Vidaurre

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Nadie sale de su casa pensando que al volver se topará con un incendio. El miércoles dieciocho, fue un día normal, salimos a media mañana con mi esposa, cada quien hacer sus cosas, nos encontraríamos a las tres en casa de mi hija, y así fue, a las seis de la tarde las dejé y fui a mi casa, un departamento, con lo básico, bien amuebladito, sencillo, sin nada estrambótico, donde nos acompañaba nuestra mascota, un lindo gatito blanco; al entrar me crucé con mi hijo Juan Pablo, que vive al frente de lo que era mi departamento, nos saludamos, y entré a mi casa, dándome con la sorpresa, que no había luz, la dueña del edificio se retrasó en unos trabajos de conexión que realizaba, cogiéndome a mí en esa oscuridad.

Como no podía usar la computadora, solo atiné a darle su comida a mi fiel Pipo (así se llamaba) mi gato querendón a quien en un arranque de generosidad le puse toda su comida de la lata en su plato, mientras, recogía unos papeles del artículo que mi buen amigo Julián Cortés Sánchez, me había pedido escribiera, encontré mis apuntes y salí a buscar una cabina para escribir, le di una mirada a Pipo que se relamía el hocico, lo cargué y acaricié, sin pensar que sería la última vez que lo vería.

Estaba escribiendo, mi celular sonaba insistentemente, no quería responder para no perder la ilación, pero a la quinta llamada, tomo el celular y era mi hijo que angustiado me llamaba, él no me vio salir, sintió bulla, se asomó a su ventana y casi se cae de impresión al ver que el mío estaba en llamas, gritaba mi nombre, a su vez marcaba mi número y no contestaba, por eso cuando respondí sentí como un alivio en medio de la desgracia.

Tu casa se quema papá, gritó, salí como demonio exorcizado, estaba a solo tres cuadras, corrí, que artrosis, ni ocho cuartos, cuando llegué ya nada se podía hacer, los vidrios empezaron reventar, caían a la vereda aún encendidos, la suerte estaba echada. Los bomberos no llegaban, era las ocho de la noche, que impotencia.

Poco después llegó mi esposa, y solo nos quedó sentarnos en la vereda y ver como el fuego se llevaba nuestras pertenencias, es muy fuerte, repasé en un instante todas las veces que había cubierto noticias de siniestros, las veces que me tocó reportear incendios, uno jamás piensa que te pueda tocar algún día.

Un incendio no solo se lleva tus cosas materiales, que será difícil reponer, sino que, además, se lleva tu vida, el fuego hace humo tus recuerdos, fotos, diplomas, constancias, documentos, las fotos de mis hijos pequeños, la familia, no quedó nada, esa parte es muy dolorosa porque te quedas sin tu identidad, sin recuerdos tangibles.

Soy un hombre grato, tengo muchos defectos, siendo la gratitud el principal motivo de sentirme bien toda mi vida.

Esa misma noche, oliendo a humo, teniendo en mis retinas las lenguas de fuego tratando de escaparse por las ventanas, me llamó Gladys Lazo, esposa de Edwin Sarmiento Olaechea, para ofrecerme apoyo, dame una cuenta, me dijo, aquí se ven a los amigos, Juanito, al poco rato me vuelve a llamar para decirme que la China Barrantes, con quien he cruzado palabras , pero que yo sabía su trabajo, me ofrecía su regio departamento de Miraflores a dos cuadras de Larco Mar, por Dios, no lo podía creer, cómo una persona conocida, así, de buenas a primeras me ofrecía su casa, juro que en ese momento sentí que no estaba solo, qué va, volví a comprobar que mi Dios no me deja, me ama, coordinamos la entrega de las llaves y desde el viernes pasado estoy con mi mujer en esta casa bendita que generosamente me ofreció la China Barrantes, mujer que me deslumbra con su desprendimiento y generosidad.

Otros amigos se unieron poniendo en la cuenta su cariño, no importa el monto, es el gesto el que lo hace grande. No faltaron los imbéciles, los que no pusieron nada, ni siquiera una llamada, los que comentaron a decir que les daba vergüenza que pidiera ayuda públicamente, no sé, quizá para ellos era mejor poner carteles en los postes.

Nuestro gremio es solidario, los periodistas somos así, igual he participado en decenas de cadenas de buena voluntad y siempre en silencio. Lo digo sin medias tintas, los amigos se portaron mejor que los familiares de ambas partes, salvo tres o cuatro honrosas excepciones.

Muchas gracias por todos sus comentarios, sus palabras llenas de fe y esperanzas fueron de mucha importancia, no se lo deseo a nadie, es horrible amanecer y solo tener la ropa que llevabas antes del incendió. Hoy puedo decir que algunas cosas que visto fueron regaladas, y no me da vergüenza, qué ocurrencia, lo cuento porque no es hora de hipocresías, como que el fuego se llevó consigo ese prurito de qué van a decir, al carajo lo que digan..

Muchas gracias por su apoyo, me resiento, sí, con algunos que creía amigos y no eran tales, ellos saben a quienes me refiero, pero es el hollín, sirvió para ver quién es quién, viviré recordando a mis amigos y especialmente a Barrantes China, nuestro personaje que llegó del cielo para darnos tranquilidad unos días, desde donde estamos reorganizando nuestras vidas. Muchas gracias.