La ciencia detrás de jugar en la altura, esa pesadilla del fútbol sudamericano

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Un día, la FIFA dijo que se había acabado. Jugar al fútbol en campos como los de La Paz (3.600 metros sobre el nivel del mar), Bogotá (2.600 m), Cuzco (3.350 m) y Quito (2.850 m), donde las selecciones y clubes locales sacaban ventaja de sus rivales a nivel de adaptación física, fue considerado un maltrato a los futbolistas foráneos y por ello, en mayo del 2007, el entonces presidente de la FIFA, Joseph Blatter, anunció que se prohibía encuentros internacionales que se disputen a más de 2.500 msnm. Pero la medida duró poco ante la presión de los afectados y pronto volvería el mal de altura a la CONMEBOL, la confederación de fútbol en Sudamérica.

La polémica es de larga data y revive a pocas horas de encuentros cruciales para dos tradicionales selecciones de fútbol de esta parte del mundo: Chile y Perú, ambos con palmarés de Copas Américas y memorables participaciones en la cita mundial más importante del fútbol. Ambas hoy dependen de sus próximos partidos para seguir aspirando estar en Rusia este 2018, y dos de ellos se juegan esta semana en campos de altura: La Paz y Quito. ¿Qué dice la ciencia sobre jugar en la altura y qué métodos emplea la medicina con los deportistas de élite?

¿Qué le ocurre al organismo en la altura?

“Jugar en la altura es inhumano”, es una declaración de una lista de futbolistas o directores técnicos que no han nacido o crecido en las alturas de los Andes. A más de 2.300 metros (y con mayor gravedad a 3.650 metros) todos los futbolistas acostumbrados al llano tienden a sufrir.

La presión barométrica es mucho menor en la altura, lo que determina una pérdida de capacidad aeróbica del 30 al 34%, según el médico fisiólogo argentino Juan Carlos Massa, quien estudió a la selección albiceleste por 25 días en La Quiaca (Jujuy, Argentina), a 3.600 msnm, a poco de un partido con Bolivia. A todas luces, esta pérdida es una desventaja frente a futbolistas adaptados a jugar en altura.

Las carreras intensas, los piques, saltos, remates, cambios de ritmo y dirección, consumen en el deportista ciertos combustibles cruciales: la fosfocreatina (molécula que almacena energía en el músculo) y el glucógeno (azúcar depositada en el músculo) y glucosa (azúcar en la sangre). Frente la intensidad, y al no haber oxígeno en el momento en el que se descompone la glucosa, se produce el ácido láctico. Una alta acumulación del referido ácido, que es en simple la fatiga que sentimos, puede en la altura tener efectos muy negativos en cuanto a rendimiento.

A nivel del mar, el futbolista se recupera al estar parado, caminando, trotando o corriendo moderadamente: el sistema aeróbico recupera la fosfocreatina y “lava” el referido ácido, permitiéndose una reutilización del mismo y la recuperación del deportista para hacer nuevos esfuerzos. Pero esto se dificulta en la altura, donde el oxígeno no abunda.

¿Y cómo se traduce esto en el campo?

Con los procesos descritos, al perder el deportista un alto porcentaje de la capacidad de su sistema aeróbico, pierde en todas sus capacidades: tiene menos explosión, fuerza de remate, velocidad, potencia, etcétera. El lactato (o ácido láctico) le produce agitación, pesadez muscular y empieza a perder coordinación motriz: no pasará el balón a su antojo, ni será tan preciso en todos sus movimientos. Peor aún, puede perder noción de factores espaciales, temporales y de fuerza, visión, y tomar decisiones más incorrectas que lo normal. En lo psicológico, pueden volverse menos tolerantes y realizar más faltas. Según el especialista argentino, esto ya se puede empezar a sentir a los 5 minutos de juego.

¿Cuáles son los métodos para tratar de contrarrestar al factor altura?

Los casos son tan variados como los organismos humanos. El especialista Julio Grados, actual médico del Club Deportivo Municipal de Perú, que además trabajó con la Selección Peruana y con el club Universidad de San Martín (ambos clubes de la Primera División, con múltiples participaciones en sedes de altura), explicó a N + 1 que no hay preparación absoluta, en tanto que hay futbolistas que no están habituados a la altura, pero otros, como los futbolista peruanos que juegan en la liga local, sí están acostumbrados a alternar en campos en la altura.

“Una de las medidas antes de este tipo de encuentros es preparar al futbolista con mayor rigor y exigencia en el entrenamiento anaeróbico (actividades de ejercicio breves basadas en mucha fuerza, a diferencia de lo aeróbico, que apunta más a la resistencia)”, explica Grados. Otra medida bastante utilizada, especialmente por la selección de Perú, es una régimen dietético que se aplica al menos una semana antes del encuentro crucial en altura: la dieta será rica en vitaminas B y C, magnesio, calcio y carbohidratos, “con el fin de acumular glucógeno en el músculo y compensar la falta de oxígeno”. Ocurre desde un resultado positivo de la blanquirroja en La Paz, un empate a cero que acabó estableciendo al régimen como norma.

Está también el método de la cámara hipobárica, un método que empleó en más de una ocasión la selección chilena y que pareciera haberle resultado. Esta tiene dos funciones: entrenar a tripulaciones aéreas para la falta de oxígeno y cambios rápidos de presión en la cabina de vuelo; y evaluar la tolerancia a la hipoxia o falta de oxígeno en la altura. El método lo usan deportistas que quieren conocer cómo será su respuesta ante menor cantidad de oxígeno en el aire. Lo empleó el Chile de Bielsa y el de Borghi y, esto es interesante, consiguieron ganar por 2-0 en sus dos últimas visitas a La Paz, Bolivia. En el habitáculo, una motobomba puede reducir la presión del aire hasta simular una altitud superior a los 30 mil msnm. Se monitorea pulso, presión arterial y saturación de oxígeno. Se entregan los resultados y sugerencias de trabajo específico de cada evaluado para mejorar su respuesta.

Si bien los métodos parecen tener sentido, y hasta ciertos resultados que aparentemente los respaldan, no hay estudios a gran escala con conclusiones determinantes que los puedan corroborar.

Cómo driblear al mal de altura

Las condiciones ideales serían adaptarse por lo menos 35 o 40 días. Pero al ser esto imposible al jugarse fechas dobles con muy cortos periodos de intervalo, lo más recomendable es llegar a 6 horas, coinciden Grados y Massa. Esto permitiría evitar el mal de altura o soroche (mareos, náuseas, malestar estomacal, debilidad y deshidratación), que a veces aparece muchas horas después de haber llegado al lugar de altitud. Esto, sin embargo, no reduce los efectos de desgaste físico descritos anteriormente.

Otro enfoque es la táctica

Lo peor es salir a jugar de igual a igual, como hizo la Argentina de Diego Maradona y se fue a casa con un 6 a 1 el 2009. Para los especialistas consultados, los futbolistas como técnicos deben conocer los efectos limitantes de la altura para solo así estar en mejores condiciones de llevar una mejor propuesta táctico-estratégica. De ahí se desliza que proponer un partido con un menor desgaste físico y mayor eficacia es lo más recomendable. No hacer pressing lejos del área, bajar el ritmo de juego lo máximo posible, demorarlo, colocar menos atacantes (delanteros y volantes ofensivos), y pases al pie para evitar las carreras largas.

La física también juega su papel

Se ha dicho también que la pelota en la altura pesa menos. En realidad pesa igual, pero la impresión de mayor agilidad viene de que la presión atmosférica es menor y hay menos fricción del aire. El balón es en consecuencia más rápido, perjudicando el dominio en el futbolista.

La comba o el efecto que el jugador le quiere dar al balón al momento de patear, por ejemplo un tiro libre, también se reduce en altura. La menor resistencia del aire hace que la pelota siga trayectorias lineales, más veloces y directas. Los futbolistas bolivianos y ecuatorianos conocen muy bien esta ventaja, y seguramente la emplearán contra sus rivales chilenos y peruanos.

Así las cosas, todavía queda esperar para tener un método absoluto que ayude a los futbolistas de élite a lidiar con una altitud no habitual. Con esta nueva fecha, eso sí, tendremos nuevas evidencias empíricas.

(Fuente: Nodal)