“Cuando la sierra baila”… Por: Juan Silva Vidaurre

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Desde las nueve de la mañana en que se inició el Gran Desfile Cívico por las Fiestas del Cusco, fui de sorpresa en sorpresa.

Primero, el Alcalde de Cusco, con todos sus regidores, gerentes, directores, todo el personal, (caracterizados en los personajes de sus bailes) encabezó el Desfile con una simpática danza, Varayoc en Mano, siguiendo el ritmo con toda su inmensa delegación que incluye al personal de limpieza que se entrelazan con regidores, y demás miembros. Dan la vuelta a la Plaza.

Ver a los generales del Ejército, y PNP, con su respectivo Estado Mayor, oficiales y tropa,  en pintorescos y alegres bailes, al Gobernador de la Región, tomado de las manos con trabajadores de la institución, moviéndose al ritmo de una graciosa coreografía que, por lo que se vio, debe haber sido ensayada muchas horas; Presidente del Poder judicial, Ministerio Público con todo su personal; directores, gerentes, choferes; decenas de Asociaciones, Sindicatos, Gremios, Jubilados, Bomberos, Periodistas, Pensionistas; Asociaciones de Madres, barriales, ambientalistas; Cámaras de Comercio, Universidades, Oegeneros, Colegios Profesionales, Municipios provinciales, distritales.

Toda la ciudad sale a las calles, danzan, brindan, se mueven al compás de la música que pareciera que llega desde el hermoso cielo serrano. Sus caras expresan emoción e infinita felicidad. Resumiendo, es un derroche de alegría, amor a su tierra, gente orgullosa de su raza y sus ancestros. Aquí no hace falta llevarlos en camiones ni buses, aquí no hay que amenazarlos con descuentos, todo lo contrario, significa un honor y orgullo bailar, participar, estar presente.

Ensayan en sus horas libres, conforme se acerca la fecha toman la madrugada y a pesar del intenso frío, siguen ensayando, robándole horas al descanso y al disfrute familiar. Ellos solicitan, exigen participar, nadie quiere quedarse sin estar en esta gran fiesta. No hay manera de narrar las expresiones de infinita alegría que viven los que participan y la del público, que por miles se acomodan por sus calles y la Plaza de Armas, por donde pasa la interminable comparsa.

Debí nacer en Cusco. Me apasiona, me sorprende ver una fiesta absolutamente democrática, no hay rango, baila el general al lado del soldado, el juez con la señora de limpieza; los médicos junto a los choferes o técnicos. Bella fiesta. Los cusqueños aman su tierra, su pasado, viven orgullosos, quizá por eso sean tan especiales que, a veces, pueden parecer soberbios, pero es que tienen razón, viven con alto orgullo su fiesta y todo lo que represente la historia de esta tierra mágica, lúdica, con un pasado maravilloso.

Es un mega pasacalle que,  a cada instante, luce más hermoso, finalmente, termina a las dos o tres de la madrugada, cuando el frío cala los huesos. Cansados, sudorosos, algunos muy ebrios, otros a media caña, se van despidiendo de la jornada. El cielo iluminado por la luna, y miles de estrellas parece ser el corolario perfecto para un día inolvidable, se abrazan, felicitan, secan sus vasos, dejan las botellas y se alejan, hasta el veintiuno de junio del siguiente año.

Nunca he visto en Lima, algo, ni siquiera que se aproxime. Sentí orgullo, me reconocí peruano. Viva Cusco.