“Cuando el amor habita en almohadas diferentes “…Por Octavio Huachani S.

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Man sitting on bed unable to sleep

A duras penas logró llegar hasta el desván que se había convertido en su refugio. Iba en busca de una soledad que lo ayudara a ordenar sus alborotadas ideas. Estaba nervioso, muy nervioso. A tientas buscó su linterna y, después su vieja radiograbadora a pilas. Con una franela la fue limpiando cuidadosamente y luego colocó un casete que contenía boleros antiguos. Antiguos pero hermosos, hermosos e inolvidables. Tomó asiento en una vieja poltrona y cuando estuvo cómodo apretó la tecla de play y entonces las delicadas voces de las  hermanas Lima empezaron a invadir el espacio: “Por qué te conocí, si no habrías de ser mía? preguntaba el bolero, entonces él detuvo la canción, se colocó las gafas y acto seguido se puso a leer el papel que llevaba en la mano y que su amada le había escrito el día anterior:

“Tu sueño y el mío nunca se encontraron.
Cruzaron el espacio a destiempo
no se vieron, no sonrieron, no se buscaron…

Tu sueño y el mío jamás se hallaron
Eran dos sueños ajenos en un mismo cielo
Nos amamos con locura…sí,
fuimos inolvidables, eternos y apasionados…sí
Pero nuestros sueños, nuestros sueños…
eran de mundos distintos
y una noche cualquiera nos abandonaron
Y quedamos desolados, perdidos en una profunda
oscuridad”

(Era cierto. Sus pasos habían transitado por caminos diferentes y, quizás, en tiempos diferentes. Pero así es la vida. No siempre se coincide. Pero en lo que coincidieron fue en sus aficiones por la escritura. Ella era una inspirada y reconocida poeta y él se consideraba un diletante de los relatos).

El hombre dejó de leer para enjugar las lágrimas que empezaban a recorrer su añejo rostro. Recién cuando sintió que la serenidad retornó a él, decidió continuar escuchando aquella canción

la vida traicionera engaña siempre, siempre y cuando mas se quiere, se hiere al corazón…”

Hizo una pausa para retornar leyendo la misiva que ahora lucía estrujaba entre sus dedos.

“Tu sueño y el mío nunca regresaron.
Quedaron varados en otra dimensión.
Náufragos de todo, herederos de nada.
Y el amor entonces perdió la batalla
se entregó a la soledad y la abrazó hasta caer rendido
Estaba lleno de heridas y sangraba
Y se quebraba de dolor”.

“No te culpo yo a ti, culpable es mi destino, que me hizo comprender, que no era mío tu amor…”, eran otra vez las hermanas Lima que ahora cantaban acompañadas por el anciano.

Las cantantes hicieron una pausa para que él continuara con la lectura.

“La soledad fue la casa de mis propios sueños
Y aunque tu sueño tenía distinto destino
Nunca dejé de esperarlo
De cantarle bajito cada noche, de dejar abierta una ventana
Para que entrara en silencio
Sin ruido, sin aviso sin más esperas
Hasta lo más profundo de mi alma

Pero olvidé que los cielos, pero olvidé que los sueños
Pero olvidé que el amor cuando se marchan
Nunca regresan y si lo hacen ya no es tu mismo cielo
Ya no son tus mismos sueños y ya no es… tu mismo amor”,
finalizó..

Y otra vez la canción…

 “y ahora que te alejas, que triste a mí me dejas, ¿por que tu me besaste, si no eras para mí?” Cantaba a viva voz Rodrigo, ahora sin el acompañamiento de las artistas.

Las horas continuaron su andar y un nuevo día sorprendió a Rodrigo con la epístola en sus manos y con la canción que se repetía una y otra vez.

Mientras tanto el amor, ese amor que a veces se muestra elusivo, distante, permanecía en algún lugar del tiempo, a la espera de que en cualquier momento llegara la persona indicada o de que ambos se reencontraran.

(Escrito por Octavio Huachani Sánchez y Ana María María Indacochea Gareta)