Científicas al poder: los nuevos rostros femeninos de la ciencia en Chile

0
1064

Cada vez es más frecuente encontrar a mujeres ejerciendo roles en el ámbito de la ciencia, un mundo que ha estado esquivo al género por muchos años, pero que poco a poco comienza a permearse de científicas que marcan la ruta y dejan huella.

Elegimos a cinco mujeres que destacan en sus respectivos campos: Andrea Slachevsky, neurocientífica; Susan Bueno, inmunóloga; Emilia Díaz, emprendedora biotecnológica; Isabel Behncke, primatóloga, y Millarca Valenzuela, geóloga experta en meteoritos.

Cada una ha derribado mitos y sorteado barreras, logrando descubrimientos de impacto global y el reconocimiento de la comunidad científica.

Estas chilenas muestran hoy una nueva cara de la ciencia, una en la que las mujeres son las protagonistas.

Andrea Slachevsky: “Las neurociencias están subvaloradas”

Entender cómo funcionan las conexiones o rutas de información en el cerebro es lo que por años ha intentado la neurocientífica chilena y académica de la Universidad de Chile, Andrea Slachevsky. Una interrogante que la motivó a investigar y publicar libros de sus resultados, donde une esta disciplina con otras tan diferentes como la economía o las leyes. Los estudios la han ayudado a comprender y a tratar el Alzheimer, enfermedad que, según datos del Ministerio de Salud, fue la quinta causa de muerte en el país en 2010, y otras demencias presentes en la población chilena y mundial.

La científica ha publicado dos libros que aportan al conocimiento del Alzheimer, “Cerebro cotidiano” y “Enfermedad de Alzheimer y otras demencias”, además, de gran ayuda para los cuidadores de los pacientes.

También, en conjunto con una abogada, se planteó el problema de la pérdida de la toma de decisiones en demencia, desde el punto de vista clínico y cómo la Constitución actual no refleja a esas personas, trabajo que la hizo merecedora de un premio de ética de parte del Colegio Médico.

Este cruce de disciplinas es, sin duda, uno de sus principales aportes a la ciencia, pero a ella no le resulta extraño dado su interés por las ciencias sociales y por el impacto que la neurociencia, explica, tiene en la vida cotidiana sin que nos demos cuenta.

De la mano de la economía, Slachevsky demuestra que el costo de la demencia está asociado a los niveles socioeconómicos y que es mayor para las clases más desfavorecidas, un estudio que llega a dar evidencia sobre lo que antes era una sospecha.

A su juicio, en la actualidad uno de los trabajos de mayor impacto en la ciencia es la evaluación del uso de tecnologías por personas con alguna demencia. Por ejemplo, sin son capaces de resolver un sudoku o utilizar redes sociales, lo que si bien no es crucial hoy, lo será para las nuevas generaciones.

Usar tecnologías permite mejorar la evaluación y caracterización de pacientes, desarrollar herramientas para precisar y ser más objetivas con las dificultades que presentan en la vida cotidiana.

“Este trabajo puede tener un alto impacto porque fuimos los primeros en desarrollar un instrumento que incorpora el uso de la tecnología de la información, un área cada vez más importante para desenvolverse en la vida diaria y que hasta ahora no era evaluada y que podría afectar a las generaciones más jóvenes y futuras”, señala.

La mujer en ciencia

En el campo de la neurociencia predominan las mujeres, pero es crítica con las políticas de paridad de género en general y del peso extra que la mujer carga al trabajar y dedicarse a la ciencia.

“Hay un doble sacrificio para las mujeres, ya que si trabaja y viaja, no es tan bien visto como en un hombre. Se le cuestiona su rol como mujer, mamá, y no como científica, algo con lo que puede resultar difícil lidiar y que dificulta cumplir con ciertos objetivos”, dice.

La neurocientífica ha tomado ciertas cartas en el asunto. Además de académica, es subdirectora del Centro Gerociencia, Salud Mental y Metabolismo (GERO), y es coordinadora de la Unidad de Trastornos Cognitivos y de Demencia del Hospital del Salvador y neuróloga en la Clínica Alemana.

Rol en la sociedad

Desde la óptica de la neurociencia, plantea que las personas se sienten muy capaces de tomar buenas decisiones, de saberlo todo, pero “nos olvidamos que las decisiones son complejas y que nos equivocamos”.

Dice que es necesario considerar que el ser humano no es totalmente racional ni piensa objetivamente y que siempre se verá influenciado. Por eso plantea integrar el aprendizaje de la neurociencia en las políticas públicas, como lo hizo Inglaterra, que endureció el trato hacia ciertos grupos de personas, como los causantes de un atropello o quienes se han visto envueltos en conflictos de interés, para enviar determinados mensajes a la sociedad.

Afirma que las neurociencias están “subvaloradas”, ya que junto a otras disciplinas pueden “advertir” a una sociedad de los problemas, ayudar a entender, por ejemplo, la gravedad de la corrupción, por qué hay que frenarla a como dé lugar.

“Desde el punto de vista científico, cuando hablamos de corrupción es necesario ponerle atajo, de lo contrario, la propiciamos”, sostiene.

(Fuente: Nodal)