«Carta a Alberto Fujimori»… Por Octavio Huachani Sánchez

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Supongo que te habrás dado cuenta que lejos del poder, los amaneceres son otros.

Que las mañanas se presentan mustias y la sensación de frio que sientes es mayor a la que realmente te rodea. Ahora sabrás que aunque habites en una mansión, la soledad es la misma para todos.

Que la soledad es un sentimiento de angustia que embarga a las personas cuando se ve reducido en su tiempo o aislado en su espacio. ¿Sabes? es penoso imaginarte que después de tener todo el poder, ahora, desde una silla de ruedas, observas los vídeos donde muchos, miles, se peleaban por aparecer al lado tuyo en alguna foto ya olvidada o, por compartir contigo “el baile del chino”. Eso era antes.

Hoy nadie toca tu puerta. Nadie. Ni tus geishas ni tus Martas, ni tampoco Luz, tu otrora secretaria de la universidad Agraria y que la convertiste en congresista fujimorista y que ahora es keikista. Nadie te visita ni se preocupa por ti y por tu salud.

Ni siquiera tus hijos a quienes suponemos los miembros de tu seguridad habrán llamado para informales que estabas mal y como no hubo respuesta no les quedó otra que llevarte ellos mismos a la clínica Centenario. Peor aún, ni tu médico de cabecera, Alejandro Aguinaga apareció en escena.

Nadie para ayudarte con el bastón y llevarte hasta la silla de ruedas. Nadie para acomodar tu ropa, peinarte, para abrigarte, nadie. ¿Sabes? Creo que mudarte de Ate a La Molina fue un error, porque solo has pasado de una cárcel a una prisión dorada.

Creo que coincidirás conmigo en que por lo menos en Ate la gente de pueblo, esa que aún te sigue, podía acceder a ti, pero para llegar a La Molina no hay combis ni mototaxis, que es lo que usa “tu” gente para movilizarse. Ya ves que al final tu indulto resultó un triunfo pírrico.

Ojalá que algún día tus hijos entiendan que la soledad provoca depresión y que esta baja las defensas, más aún en los ancianos dejándolos sin defensas y propensos a cualquier enfermedad.

Conozco a un amigo de tu misma edad que padece de cáncer pero muestra un ánimo diferente a pesar de sus limitaciones económicas y de vivir en un barrio periférico de la capital y, eso se debe a que sus cuatro hijos se turnan para cuidarlo.

Porque nada es mejor que sentir y gozar de la presencia de los tuyos, de sus cuidados, de oír sus palabras amables, de que escuchen tus preocupaciones. Ojalá tus hijos algún día lo entiendan.

La soledad es la agonía de los dictadores escribió alguien con mucha certeza, porque la historia les señala errores que ellos se niegan a reconocer y eso causa rechazo.

Déjame decirte que nunca está demás un mea culpa y quien sabe, quizás muchos te perdonen y se apiaden de ti. Hazlo porque es terrible morir en silencio, morir solo. De nada te va valer los homenajes póstumos, los encendidos discursos de aquellos que hoy te tienen en el olvido y que hasta se atreven a negarte como líder primigenio del fujimorismo.

Tampoco esperes mucho de tus hijos: Kenji no da muestras de vida política, es un  desaparecido. Y Keiko está tan ensimismada por los placeres del poder que no tiene tiempo para advertir las consecuencias fatales que tu abandono puede producir.

Atentamente,

Octavio Huachani Sánchez

DNI 08106414