Archivo General de la Nación conserva testamento ológrafo de Raúl Porras Barrenechea

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Presentan histórico documento del diplomático como homenaje por los 60 años de su fallecimiento.

En el 60 aniversario del fallecimiento de don Raúl Porras Barrenechea, ocurrido el 27 de setiembre de 1960, el Archivo General de la Nación (AGN) y la Academia Nacional de la Historia revelan fragmentos inéditos del testamento ológrafo del ilustre intelectual, en el cual se refleja la devoción por su madre y su compromiso con el Perú.

El jefe institucional del AGN, Jorge Ortiz Sotelo, destacó que el histórico documento se conserva en los repositorios del Archivo Notarial, pues el diplomático optó siempre por donar los textos y libros que reunió durante su vida.

“En dicho documento queda expuesto su amor por su madre Juana Barrenechea y Raygada, pues al expresar su intención de legarle la mayoría de sus posesiones dejó en claro lo gravitante de su presencia para él”, comentó.

Ortiz Sotelo señaló que a lo largo de su trayectoria hizo gala de su versatilidad y erudición al desempeñarse con éxito en distintos campos como la diplomacia, la cátedra universitaria y la labor periodística, facetas que tenían como denominador común el servicio hacia el país.

“A los quince años Raúl Porras Barrenechea comenzó la formación de su biblioteca sin haber heredado un solo libro. Cuatro décadas después, con una sobresaliente carrera dedicada a las letras, se preciaría de tener una colección de más de 20 mil volúmenes, la cual dejó en resguardo de la Biblioteca Nacional. Sin embargo, su legado se extiende más allá de su patrimonio”, puntualizó.

Por su parte, la presidenta de la Academia Nacional de la Historia, Margarita Guerra Martinière, resaltó el profundo conocimiento de nuestro pasado que se manifestó en el Congreso de la República.

“Cada intervención suya constituía una verdadera lección de historia peruana, así como su vocación demócrata expresada en su defensa de la soberanía de cada nación americana en la Organización de Estados Americanos, en 1960”, indicó.

Fragmentos de sus últimas voluntades

Deseo que mi Biblioteca pase íntegramente a la Biblioteca Nacional de Lima para formar en ella la sala Raúl Porras Barrenechea, con todos mis libros indivisiblemente (…) Mi biblioteca será sellada el día mismo de mi fallecimiento por una comisión de amigos que formarán el Patronato de ella y cuidarán la forma de la entrega. Formarán esa Junta mis amigos el doctor Oswaldo Hercelles, Manuel Mujica Gallo y Ricardo Vega García, Félix Alvarez Brun y Carlos Fernández Sessarego (…) No deseo que mi biblioteca pueda ser objeto de especulación o comercio”, se lee en su testamento, cuya primera versión se escribió el 19 de enero de 1953.

Declaro que mis bienes son: un departamento en Ancón en la Ribera, íntegramente pagado. Mis derechos sucesorios en la herencia de mi padre don Guillermo Porras, reducida a dos fincas viejas en el jirón Trujillo, en Lima y en el Barranco, calle Dos de Mayo, que están en posesión de mi madre. Mis derechos ante el Estado por más de treinta y nueve años de servicios, que equivalen a un capital depositado en favor de mi madre que debe tomarse en cuenta para determinar mis bienes de libre disposición”.

Luego del fallecimiento de su progenitora, Porras adecuó los detalles de su voluntad a las nuevas circunstancias el 29 de octubre de 1954, apuntó el jefe institucional del AGN.

En el año transcurrido ha muerto mi madre, que era mi heredera forzosa, y mis bienes quedan íntegramente de libre disposición. Voy a emprender el primero, un viaje al Cusco que por altura y mi enfermedad del corazón puede serme fatal. Voy a esta aventura serenamente. Tuve temor de morir mientras vivía mi madre. Desaparecida ella puedo disponer de mi vida que le estuvo consagrada”.

Ortiz Sotelo agregó que, aunque fue inevitable para el historiador preocuparse por el destino de sus pertenencias, su verdadera herencia yacía en la impronta que caracteriza a sus discípulos, entre los que resaltan diplomáticos como Félix Álvarez Brun, Jaime Cáceres y Luis Felipe Angell de Lama; literatos como Mario Vargas Llosa, Washington Delgado y Manuel Velázquez; hombres del Derecho como Carlos Fernández Sessarego; y, por supuesto, historiadores Miguel Marticorena, Pablo Macera, Hugo Neira, Waldemar Espinoza Soriano, Carlos Araníbar, entre varios más, quienes se encargaron de mantener vigentes en las nuevas generaciones las lecciones aprendidas de Raúl Porras Barrenechea.