«Amor viajante»… Por Isabel Soler y Octavio Huachani

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Llevaba días sentado en la sala de aquel inmenso aeropuerto. A su lado reposaban su mochila, sus sueños y sus dudas.

Lucía desgreñado y barbado pero sobre todo confundido: no sabía si acababa de llegar o estaba a punto de partir. Solo recordaba haber cambiado varias veces la fecha de su vuelo.

Sus manos apretujaban un manojo de hojas. Era la última carta que ella le escribió pero que no se animó a responder. La había leído infinidad de veces y siempre le quedaban preguntas. Otra vez pensó en tirarlas al tacho pero antes, se dijo, le echaría una última mirada.

Hola

“¿Sabes? Quería decirte que si hay algo que no me gusta en la vida son las dudas, las desconfianzas y los acertijos, sobre todo cuando se refieren y relacionan con los sentimientos y emociones…”

El hacía buen  tiempo había decidido buscar un lugar que lo distanciara de aquella su ciudad, de esa ciudad que a veces se mostraba tan fraterna como impía, tan mística como transgresora. Aunque, hay que decirlo, a esa altura de su vida aquellos usos o costumbres ya poco o nada le importaban. En momentos como este a él solo le interesaba que respetaran sus espacios y su albedrío para elegir o desechar.

Quizás por eso se refugió  en sus relatos, cuentos y alguna novela que le permitían expresar sus ideas con total libertad. Escribía solo llevado por el placer de hacerlo. Por eso le sorprendió la gran acogida que tuvieron sus escritos que poco a poco fueron traspasando fronteras lo que lo llevó a tener muchos amigos dentro y fuera del país. Y con una de ellas hubo una comunicación más cercana, más especial.

“Te conocí atrás en el tiempo, algunas páginas del almanaque de nuestras vidas han dejado caer sus hojas desde aquellos momentos. Me atrajo de ti tu escritura, tu verbo de diestra y apurada pluma, a la vez que sencillo, humano y cercano.

También se acercó afiladamente a mi costado, tu realidad tantas veces desgarrada indefensa, a ratos divertida y amable, otras tantas malhumorada y esquiva….”

Recordó que al comienzo sus relatos reflejaban su estado ánimo que no era, digamos, de los mejores. Había tenido dos decepciones y se había jurado que su único compromiso serían sus escritos y sus artículos periodísticos. No más amores.

“Recuerdo que por esos años comencé el trasiego por páginas de periodistas-escritores peruanos, los unos me llevasteis a los otros, aunque creo que fuiste tú de los primeros que conocí. Siempre amé la lectura y el buen escribir. Por supuesto que también conocí a otro tipo de personas, no tan ponderadas, ni amistosas ni justas, pero esas “personas”, las hay en todo medio y lugar. Sin embargo contigo se dio una extraña situación. A veces estábamos cerca (muy cerca), otras lejos, o algo lejos, y otras a media distancia”.

Mi primera percepción y emociones sobre ti, fueron las de alguien con el que podía compartir muchas cosas”.  Esa fue mi percepción y sentimientos hacia ti, diría que todo el tiempo.

Quizás por ello cuando le llegó su invitación para vivir y trabajar en Sant Joan De Les Abadesses, Cataluña una comunidad autónoma de España situado en la frontera con Francia, un lugar bucólico en el que siempre había querido vivir, no lo pensó dos veces.
“Hubo un momento, en que si intentamos un acercamiento más afectivo, personal e íntimo. Ese intento existió. Pero duró muy pocos días. Recuerdo una conversación entre nosotros, áspera y desagradable, por una tontería. Recuerdo que llegué a pensar, que entre nosotros no había afinidad emocional”.

Así las cosas, era inexplicable que ahora se encontrara sentado y confundido en medio del aeropuerto: ¿Por qué? se preguntaba una y otra vez. Y es que un viaje implica varios movimientos, porque cuando una persona se traslada de un lugar a otro, se lleva parte de lo que es, pero a la vez deja parte de lo que era. Siguió leyendo:

“El Amor (la pasión), no se inventa, no se busca no se planifica. Surge sola, como un volcán desbordado imposible de contener.

Y eso, nunca se dio entre nosotros, al menos, yo no lo sentí ni viví así. Claro que hay otras formas de llegar al Amor, y no solo a través de una pasión desatada. La cercanía psíquica y espiritual. Una vida proyectada en común y sueños que compartir, sin lugar a dudas. Pero no tuvimos la oportunidad de conocernos personalmente, y las relaciones en la distancia proyectadas en las redes sociales, tienen casi siempre su fecha de caducidad escrita en la frente”.

En esas dubitaciones estaba cuando de pronto, sin saberlo ni desearlo se preguntó: ¿Y ella que estará haciendo? ¿Acaso también pensará en mí? se preguntaba. El escritor ducho en contar hermosas vivencias, estaba experimentado la historia de quienes sienten el frío del desamor o de quienes se niegan a aceptar una culpa compartida y no se atreven a dar marcha atrás en busca de explicaciones.

En eso estaba cuando al momento de escuchar la última llamada para abordar el avión y buscar su mochila escuchó otra voz que lo confundió. Al levantar la mirada se encontró con aquella sonrisa que nunca pudo olvidar.

Era ella que se acercaba, que lo tomaba del brazo y que lo besaba apasionadamente como si fuera el último día para amar. El no dijo nada solo la contemplaba extasiado.

Fueron las palabras de ella que rompieron ese silencio: ¿Sabes? dijo, vengo a decirte que te amo, a decirte que a pesar que no te conocía personalmente ya conocía tu alma, tu manera de ser y de eso me enamoré. He venido a decirte que te extraño y que siempre te pienso en mis silencios. Vengo a decirte que sin ti me estoy muriendo. A decirte que quiero compartir contigo todo el camino que tengamos que recorrer.

El continuaba sin hablar. Solo la miraba, acariciaba su rostro y la besaba.

(Relato escrito por Isabel Soler y Octavio Huachani)